De inclemencias meteorológicas, fotógrafas impúdicas y fronteras difusas

Me desperté en cuando empezó a entrar sol por la ventana, y mientras iba al baño miraba con envidia a los menos fotosensibles.


Después de dar 14 vueltas al piso por si nos dejábamos algo, a las 8 salimos del airbnb para no volver y fuimos andando hasta NOVA a por el coche que habíamos reservado hacía unas semanas.


Aunque habíamos reservado un Renault Clio al final nos llevamos un Opel Crossland (no entiendo de coches pero es mejor que el original). 

El man que regentaba la tienda sacó un taco absurdo de documentos y se los hizo firmar al Pedro uno por uno, entre los que estaba un juramento inquebrantable para que nadie menos Pedro tocara el volante, una promesa de que si pasaba algo primero le llamáramos a él y luego a la policía y un contrato por el que accedía a ceder a su futuro primogénito como salesman para NOVA.

Cuando el pibe veía que Pedro leía mucho, le hacía un resumen con los highlights de la página y, cuando finalmente Pedro firmó, nos dieron las llaves y pusimos rumbo a Plitvice.


Antes de llegar hicimos una parada táctica en Krka para hacer pis y cuando buscamos los anacardos que compramos ayer para picar algo descubrimos, horrorizados, que se habían quedado en Split. Primero Jose Antonio los devoró en Almuñecar y ahora ésto, pensábamos mientras aceptábamos que el destino no quería que comiésemos unos frutos secos tan ricos. En su lugar, el Diego compró unas rebuenas croatas y seguimos hasta Plitvice.

Aunque las predicciones meteorológicas auguraban el diluvio universal, cuando bajamos del coche había un sol veraniego increíble. Aún así, nos bajamos las chaquetas por si por la tarde se ponía más fea, y yo me pillé el paraguas pensando que no lo iba a usar.

En los 5 minutos que tardamos en ir del coche a la entrada del parque el cielo cambió por completo y en el mismo momento que pusimos un pie dentro empezó a llover y a tronar.



Al lado del mirador había un grupo de personas asiáticas, presumiblemente chinas, que intentaron meter cuerpo a Félix porque querían hacer unas fotos desde el punto exacto en el que estaba nuestro amigo, lo que no le hizo mucha gracia.

Empezamos a andar pensando que la lluvia sería cosa de poco, pero cada vez iba a peor.



Había gente que había sido mucho más optimista que nosotros y esperaban, con ropa de playa y sin pinta de llevar paraguas, bajo los árboles a que escampara mientras nosotros los íbamos zigzageando.



Ya no podíamos echarnos atrás, así que seguimos andando con la esperanza de que el cielo se tranquilizara un poco, que llegáramos a algún sitio cubierto o que uno de nosotros resbalara y cayera a las cristalinas aguas de Plitvice, lo que pasara primero.

Finalmente llegamos a una zona comercial en mitad del camino, compramos unos ponchos (un trozo de plástico con un agujero para la cabeza por 11€) y paramos para comer y hacer tiempo.

Aunque queríamos haber dado una vuelta entera al parque, vimos que no iba a ser posible así que a la hora y poco de esperar fuimos a la parada del ferry que había para saltarnos la mitad de la vuelta y hacer el recorrido final, volviendo a la entrada.


Empapados pero contentos

Justo cuando bajamos del ferry empezó a hacer un sol increíble así que aprovechamos para secarnos todo lo que pudimos.


Y lo que vimos a continuación nos dejó totalmente estupefactos. Había una pareja nórdica con una hija blanquita y rubia, algo en apariencia exótica a los ojos de una persona asiática, y una de las mujeres chinas que habían venido con nosotros en el ferry se puso a hacerle fotos, como si fuese un jarrón, sin el menor amago de vergüenza.

Los padres fliparon, aunque manejaron la situación bastante mejor de lo que habría hecho Félix quien, tras el encontronazo del principio del día, tenía claramente en los ojos que habría tenido menos paciencia. Aún así, para intentar relajar la situación, se acercó y les dijo "you have such a famous daughter", ante lo que se empezaron a partir.

De repente Pedro se dió cuenta de que se había dejado el paraguas en el ferry y fuimos corriendo a intentar recuperarlo pero el barco ya se había ido, y con él el paraguas de nuestro amigo.

Estuvimos buscando el camino de vuelta a la entrada y después de dar un par de vueltas lo encontramos.


Y al poco volvió a empezar a llover.


Finalmente llegamos a las lagunitas del principio.


Y Pedro también aprovechó para limpiarse las jordans.



Cuando subimos aprovechamos para hacernos unas fotos.


Creo recordar que dejé el paraguas en el suelo para esta foto. Creo, porque no me di cuenta de que no lo llevaba hasta casi salir del parque. 

Félix me acompañó para volver y buscarlo pero ya no estaba, no sabemos si porque alguien de los grupos que nos seguían también lo había visto y había pensado que le venía bien o porque me lo dejé en algún momento anterior, aunque sospecho más de la primera.

Mientras que nosotros volvíamos a por el paraguas, Pedro y Diego fueron a por el coche y nos recogieron a la salida porque había vuelto a apretar.


Y pusimos rumbo al alojamiento, adentrándonos poco a poco en la Croacia profunda. En un punto del trayecto, en mitad de un camino de tierra y de un único sentido, un ciervo se cruzó delante del coche como una bala y aún a día de hoy dudamos de si esa fugaz cornamenta era real, fue una señal divina o simplemente un espejismo causado por la lluvia.

Seguimos avanzando por la carretera terciaria de un país excomunista; caminos estrechísimos comidos por la vegetación, casas a medio construir sin enlucir y otras derruidas y cubiertas por musgo y toda clase de animales domésticos sueltos (perros, gatos, gallinas y hasta algún niño) invadiendo la calzada sin el más mínimo temor por ser atropellados.

Finalmente llegamos a la guesthouse Bubalo, un sitio en mitad de la nada. El dueño, que no sabía inglés y con el que nos comunicamos a través de señas y ruidos guturales, no nos recibió con la sonrisa que esperábamos al llegar, pero teníamos tantas ganas de quitarnos la ropa empapada que nos dio igual.

También le preguntamos por el supermarket más cercano, y por los gestos misteriosos que nos hizo con las manos entendimos que teníamos que coger el camino por el que habíamos venido y a los 5 kilómetros girar a la izquierda (indicaciones al nivel de una de las gymkhanas de Juan Carlos).

El peor era Diego, que estaba calado hasta los huesos y al borde del constipado, así que le dejamos duchándose con agua calentita mientras los demás íbamos al super a por algo para cenar.

Me puse de copi, seleccioné el super que creía que era e inicié el trayecto en maps, pero después de ponernos en marcha vi que abajo en pequeñito ponía que ese camino atravesaba fronteras. Paramos rápidamente y vimos que, efectivamente, el super en cuestión estaba en Bosnia, y como no queríamos tener problemas internacionales seleccionamos, ahora sí correctamente, el que nos había indicado el dueño del AirBnB, el GM market.

Llegamos y, aunque desde fuera parecía la tienda más marronera jamás pisada por el hombre, por dentro no estaba nada mal, tenían de todo, y la jambita que lo regentaba sabía algo de inglés.

Así que compramos la cena y un par de cosas exóticas y volvimos al airbnb, abrimos unas karlovacko fresquitas y estuvimos charlando mientras hacíamos la cena.


Después de cenar estuvimos hablando de potenciales viajes al sureste asiático cargado de sonrisas y felicidad, grabamos el audio del día y nos fuimos rápidamente a la cama, tardando aproximadamente 2 segundos y medio en caer dormidos.

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