De catamaranes adriáticos y fajitas veganas

El plan del día era pasarlo en el mar Adriático a bordo de un catamarán que salía de Split a las 8 y media, pero nos levantamos tarde y fuimos corriendo en chanclas por la ciudad para poder llegar antes que la embarcación acuática dejara tierra sin nosotros.


Subimos a bordo a las 8:29:38, dando el cante como buenos españoles, y partimos hacia la mar.


Y cuando nos quisimos dar cuenta ni se veía la costa.


Nos dieron de desayunar unos cafés con tarta de queso (como las que comimos en Split) y navegamos hasta la primera parada para nadar un rato.



Coincidimos con otro grupo de chavales españoles (el de amarillo de abajo es uno de ellos) que también estaban conociendo el país, y aunque charlamos un rato con ellos no eran especialmente interesantes. Lo único reseñable era que vivían en la calle en la que vivió Pedro cuando llegó a Madrid, y aunque las primeras 5 referencias eran graciosas cuando superaron la trigésima empezó a hacerse un poco pesado.



Paramos en la isla de Brac para nadar y bucear un rato, y aunque al principio el agua estaba helada enseguida nos acostumbramos.




Y tras media horilla de ver peces croatas volvimos al catamarán y pusimos rumbo a Hvar, y verla aparecer en el horizonte fue increíble.



Y desembarcamos.



Una guía nos explicó brevemente la historia de Hvar y nos dio una vuelta por el centro y luego nos dejó solos un par de horas, y nosotros subimos hasta la fortaleza.





Volvimos a bajar y nos pedimos unos helados en un bar mientras vigilábamos el barco.


Me gustó un montón Hvar y quería dar una vueltecilla antes de subir al barco, y aproveché para hacer un POV.


A las 2 subimos al barco de nuevo y comimos una ensalada césar mientras llegábamos al siguiente spot de natación.

Nadamos media horilla y volvimos al barco para ir a un tercer spot.



Habíamos empezado a hablar con otros tripulantes del barco y para cuando llegamos al tercer spot de nado todos éramos prácticamente amigos, en especial un chaval de Los Ángeles y su novia, que resultó ser latina y hablar español muy decentemente y una australiana llamada Emily que medía 2.15m y que viajaba con sus padres.

Y tras la tercera parada pusimos rumbo a Split y aprovecharon para poner música, transformando de manera efectiva el catamarán en una discoteca sobre el agua.


Nos despedimos hasta siempre de todos al tocar tierra y pasamos por el Konzum antes de volver al piso para comprar los ingredientes para hacer unas fajitas para cenar y el desayuno para el día siguiente.
 


Cuando llegamos, y aún con todo el subidón del día, estuvimos bailando Ma Vie en el salón mientras Diego se duchaba, y cuando terminó el menor de los Moreno se ofreció a preparar la cena mientras los demás descansamos nuestros cansados sistemas vestibulares.


Habíamos comprado pimientos, pollo y champiñones para hacer las fajitas, aunque Diego se despistó y se dejó los dos últimos ingredientes. Pasamos el pollo por la sartén en un periquete pero dimos los champis por perdidos, aunque nos dio igual y deglutimos la cena en un ágape casi religioso.


Aunque Pedro estaba cansado, a los demás nos apetecía dar una última vuelta por Split, porque por la noche las ciudades se transforman.


Cuando volvimos al piso evidentemente Pedro estaba dormido. Yo compartía lecho con él así que bajé las persianas de la habitación como un ninja (porque a él le da igual la luz pero a mi no) y me quedé dormido segundos después de meterme en la cama.

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