De pasajes ocultos, brumas aciagas y orquestas corales

Si seguís el blog desde hace tiempo ya sabeis de mi fotosensibilidad para dormir, y las cortinas de tela de la habitación no pusieron mucho de su parte para que durmiera mucho más de 6 horas.

Aunque cualquier amago de sueño que pudiera tener se me pasó al salir al patio y ver las vistas del coliving.

La foto no hace justicia a lo increíbles que son

Tras desayunar y conocer a los managers y a los voluntarios conseguí información de un camino secreto a traves de un túnel que me guiaría a Candelaria, el pueblo más cercano (a decir verdad no sé muy bien en qué término municipal estoy viviendo) así que fui a intentar encontrarlo.

Las vistas por el camino

Después de seguir las indicaciones en Google Maps al pie de la letra y dar un par de vueltas por si acaso no lo encontré, y entre eso y que el sol apretaba sin ningun sentido para estar terminando octubre me volví al coliving.

En el coliving nos incluyen los desayunos y las cenas de domingo a miércoles, y este domingo en concreto habían planeado una "cena" a las 5 de la tarde estilo barbacoa en mitad de un monte con parrillas y merenderos.

Aunque debería haber estado prácticamente vacío resultó que coincidía con la virgen de algo de Araya y tras meter el coche entre otros dos como pudimos nos encontramos con que todo estaba lleno.

Eventualmente encontramos mesas libres y estuvimos dando una vuelta por el monte y jugando a una especie de petanca argentina mientras preparaban la comida.


Poco a poco empezó a bajar una bruma ominosa y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en mitad del Silent Hill.

Aunque eso no nos detuvo de degustar con agrado los manjares que se nos presentaron, entre ellos papas arrugás con mojo picón y un atún a la plancha que había pescado esa mañana Lori, una chica Noruega (yo tampoco esperaba atunes salvajes en Tenerife).

Entre la neblina y que empezó a chispear fregamos rápidamente y nos fuimos antes de lo planeado, aunque previamente a montarnos en los coches fui a hacer un número 1 y me encontré con el paisaje más (decimonónicamente) romántico que he presenciado nunca.


Un fondo de pantalla para cualquier lector fan del romanticismo

De vuelta al coliving pasamos aleatoriamente por una calle del pueblo con una orquesta tocando, Lori propuso bajar 5 minutos a verlos y nos terminamos quedando hasta que terminaron, casi 1 hora después.


Pusimos rumbo de vuelta a Maraya pero segundos antes de llegar nos cruzamos con un cáctus con una sospechosa forma fálica y tuvimos que bajar a haernos una foto.


Finalmente llegamos al coliving casi a las 10 (hora isleña) y nos quedamos jugando unas partidas al ping pong hasta que nos dio sueño, una hora después, y nos fuimos a dormir.

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