De catrinas risueñas, tartas ignífugas y guitarras desacompasadas

Nos levantamos sin prisa y antes de comer estuvimos limpiando el piso (aunque a la vista de cómo quedó después nos lo podríamos haber ahorrado perfectamente). 

Para comer yo me terminé la lasaña y el Edu se hizo unas movidas con pasta y tofu, jugamos un par de partidas al CSGO y a las 5 vino Rodri para colocar en el piso las movidas de decoración que había comprado. Como parte de la mentira que llevábamos tejiendo semanas, Carol creía que estaba durmiendo la siesta, así que a las 6 se fue y nosotros terminamos de cololar los globos y las telarañas que quedaban.

Poco después vino Anto y a los 10 minutos Bea y Cris ya disfrazadas y los libreros y María en coche directamente desde Almagro. Después de dejar sus cosas en el piso y medio colocar la guitarra y la ropa que me habían traído me encontré una caja de chuches que mi señora madre había escondido hábilmente entre mis enseres de músico.


Luego fuimos al salón a que Cris y Bea nos pintaran la cara, la primera encargada de la base blanca y la segunda de las fantasías tribales.

Paralelamente Carol estaba terminando de prepararse en el piso de Rodri pensando que iba a una fiesta de disfraces con espectáculos de magia y pirotécnica, y sobre las 7 y algo las madrileñas se fueron a vendarle los ojos y la trajeron a las 8 sin que supiera dónde estaba yendo.


Después de la sorpresa empezó la fiesta y nos empezamos a hacer fotos antes de que empezáramos a perder el maquillaje.


Todos juntos, algunos más serios que otros


La spooky gang


Muy serios con la cumpleañera


El mejor intento de estar serios

La fiesta empezó bastante tarde así que no tardamos mucho en empezar a tener hambre, y María y yo nos encargamos de vigilar las pizzas para sacarlas en su momento junsto sin que ninguna se quemara.


Las narices pintadas se fueron borrando a lo largo de la noche, y para cuando sacamos las tartas ya solo quedaban manchas negruzcas. El pirómano del Rodri se volvió a traer bengalas como en el cumple de Cris, y después de hacerl entrar en razón conseguimos convencerle para salir a la calle, encender una de las tartas con las bengalas, que las apagara soplando y volver a pasar al piso sin ningún accidente pirotécnico. 

La otra tarta fue más clásica, con un 26 es velas de cera, que Carol sopló tranquilamente en el salón sin hacer saltar ninguna alarma de incendios.


Estas eran las dos tartas, la de chocolate y galleta que hizo Cris y la de chocolate y cacahuete que hicimos entre los dos.


Después de degustar ese manjar repostero, y con la sangre llena de azúcar, se apagaron las luces y el salón se convirtió en una pista de baile al ritmo que marcaban las canciones de la lista de reproducción de Bea, y el pasillo se convirtió en la barra de bar de los divorciados que veían como los jóvenes movían el esqueleto (y a la que me unía de vez en cuando).

Sobre la 1 larga los ánimos fueron poco a poco decayendo hasta que acabamos sentados en el sofá, y ya que estábamos hicimos el tonto con algunos filtro.

 
Mientras tanto Adri y Cortina se fueron y me despedí de ellos con un guiño al viejo Maldini.


Los libreros me habían traído la guitarra de Almagro y Rodri se había traído otra de atrezo como parte de su disfraz de Coco, y alguien se dio cuenta y como a bufones que entretienen a reyes nos estuvieron insistiendo en que tocáramos algo, y después de negar 7 veces (porque llevábamos años sin tocar y no teníamos nada ni remotamente preparado) me pusieron literalmente la guitarra encima y después de afinar esto fue lo mejor que conseguimos hacer.


Nos pudimos escapar poco después proponiendo un plan mejor, que en este caso fue jugar al Times up que no teníamos, así que cada uno escribió 4 palabras en un papelito (las mias fueron Batman, Harry Potter, Dr. House y otra que ya no recuerdo).

Aunque el juego estaba siendo entretenido se nos estaba haciendo tarde y a mi me apetecía más dormir que adivinar el significado oculto de los aspavientos de mis amigos libreros, así que antes de empezar la tercera ronda sugerí firmemente irnos a  dormir, y nos pusimos a limpiar entre todos y en apenas 10 minutos el piso estaba relativamente recogido, el sofá cama montado y nos despedíamos de los invitados con abrazos fraternales.

Edu y Anto se fueron a dormir pronto pero María y yo nos quedamos jugando a las tinieblas con los libreros, y después de que alguien casi se cayese decidimos que también era hora de irse a la cama, aunque antes de hacerlo Álvaro nos advirtió de que su delicado estómago de librero podía jugarle alguna mala pasada y hacerle dar una bocanada como en el piso de Sarah, aunque esta vez no daría a un patio interior con ropa tendida.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De hamburguesas para llevar

De programmers y runners

De tanatorios y purpurina