De conductores suicidas, lanchas motoras y amigos empedrados
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Aunque el plan era dormir hasta más tarde, a las 6 y poco me desperté por la cantidad tan absurda de luz que entraba por las "cortinas" del ventanal que teníamos por pared.
Aunque la imagen que me esperaba al darme la vuelta era igual de hipnótica.
A las 7 y poco el Jose se despertó, llamamos a Pedro y bajamos a desayunar con Sergio y Jon.
Cuando terminamos de recoger las cosas, fuimos al paseo marítimo, al mismo sitio donde ayer contratamos el speedboat.
Habíamos quedado a las 9 y media y allí no aparecía nadie, así que Jose y yo pensamos que nos daría tiempo echar una partida al Unite.
El plan no funcionó y escasos minutos después de empezar la partida apareció un man con un coche que nos llevaría al puerto desde el que saldríamos y obviamente tuvimos que terminar la partida de camino como dos verdaderos autistas.
El man conducía como un verdadero psicópata; pitando a todo el mundo, adelantando por donde le apetecía y ni que decir tiene que sobrepasando el límite de la carretera por mucho, como si él se supiese inmortal y diera por hecho que nosotros también lo éramos.
Taticárdicos, llegamos al puerto 20 minutos después e hicimos tiempo mientras terminaba de llegar todo el mundo, mientras conocíamos a una mujer de Euskadi que estaba recorriendo el país sola.
Y a las 10 y media salimos de la costa en speedboat.
Poco después de salir al Sergio se le voló la gorra y el conductor (o capitán, no sé cómo denominarle) dio la vuelta flexeando con un giro cerrado para recogerla, ante lo que estallamos en aplausos.
Y estuvimos media horilla surcando el Adriático y probando la GoPro (la estabilización es una lócura, nosotros íbamos dando brincos).
El sol empezó a apretar rápido
La primera parada fue una cueva preciosa en la que hacía aproximadamente 30 grados menos que fuera.
Primero se tiró Jose para atestiguar que estaba fría.
Y luego fuimos el resto.
Luego nos llevaron a otra cueva desde la que fuimos nadando a una playita que había al lado.
Y de camino al Pedro le picó algo.
Ojalá haber tenido un dermatólogo en el grupo
Al lado de la playa había otra cueva a la que se pasaba andando y se salía buceando, y fuimos para allá.
La salida era un poco ejercicio de fe; tirabas a nadar y confiabas en que la piedra se acabara antes del aire en tus pulmones.
Luego nos dieron unos birek y unos melocotones para picotear y nosotros, sin saber qué hacer con los huesos, le preguntamos al man frutero y nos respondió "for the fish, for the fish!" en un inglés cuestionable mientras amagaba tirando un hueso imaginario.
En el momento no nos hizo tanta gracia pero luego pensando llegamos a la conclusión de que no es que hubiese conjugado mal, es que había un pez gigante que se alimentaba de los huesos de los melocotones de los turistas, y se convirtió en otra de las frases del viaje.
Luego fuimos a una especie de pasillo chulísimo entre dos paredes de rocas.
Y nos estuvimos entreteniendo con la GoPro.
Y como a las 2 nos dejaron en una playita muy chula y nos dijeron que ya volverían a por nosotros.
Al principio fue gracioso, mientras que nadábamos un poco, dábamos una vuelta por el sitio e investigábamos los aledaños
Pero al poco nos empezamos a aburrir de manera soberana, sin internet ni opción de irnos hasta que llegara la lancha motora.
Llegó un punto en el que, desesperados y al borde de la esquizofrenia, nos pusimos a jugar a poner piedras sobre Jose.
A las 5 y media volvió la lancha (desafiando nuestra percepción del tiempo, apenas estuvimos varados un par de horas) y pusimos rumbo de vuelta de nuevo a Vlöre, aunque de camino hicimos una pequeña parada para un último baño.
Llegamos al mismo puerto y el mismo man nos llevó de vuelta en el mismo coche comiendo las mismas temeridades hasta el punto de recogida.
Estábamos totalmente destrozados y sin ganas de salir a cenar fuera así que pasamos de camino a un super para comprar unos huevos y unas botellas de vino para cenar.
Mientras unos se duchaban el resto estuvimos preparando un revuelto comunal para cenar.
Trágicamente, el abridor que había en el piso era tan malo que se rompió solo, así que tuvimos que improvisar métodos alternativos de apertura de botella.
Estábamos todos destrozados. Pedro, Sergio y Jon se fueron a dormir a las 10 y poco y Jose y yo nos quedamos despiertos para echar un par de Unites bajo las estrellas albanesas, y obviamente cuando pasamos a la habitación a dormir Pedro ni se enteró.
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