De búnkeres comunistas, pueblos bonitos y kebabs baratos

Nos levantamos en el piso de Tirana a eso de las 8 de la mañana. El plan era desayunar y a las 9.30 recoger el coche, que nos traían directamente al piso. 

Sin embargo, José recibió un mensaje inesperado a las 9.00 diciendo que ya estaban abajo, así que reunimos el dinero todo lo rápido que pudimos en las divisas que teníamos a mano.


José y Pedro bajaron con la intención de coger las llaves, firmar contrato, pagar y salir a desayunar, aunque nos dijeron que vigiláramos por la ventana por si una mafia albanocosobar los secuestraba.

Bajaron, encontraron a un esbirro de la empresa de coches y éste, al ver que Jose no sabía cómo funcionaba un car automático (algo que podía haberle explicado en 10 segundos), le obligó a hacer una práctica de autoescuela por la ciudad para asegurarse de que comprendía los secretos arcanos de los coches automáticos.

Una foto destrangis que les hizo el Pedro

La risa fue cuando volvieron al sitio y no había aparcamiento. Pagaron al pibe, el man se marchó (no había contrato de por medio; Albania funciona así), y tuvieron que dar otra vuelta de media hora hasta que entraron a un parking, donde el que lo regentaba les daba instrucciones, desesperados, de dónde debían el coche enorme que acababan de coger (el José, desquiciado, llegó a increpar al man en italiano, y este, a modo de disculpa, contestó alegre, cogiéndole de la cabeza y besándole la mano como si fuera el papa).

Mientras, nosotros habíamos bajado a comprar galletas, café y leche a un super que había debajo.

Cuando estuvimos todos en el piso, respiramos aliviados por haber recuperado a nuestros amigos y desayunamos mientras nos narraban lo que acababa de acaecer.


Y a las 11.30 estábamos saliendo del apartamento.


Fuimos al parquin, cogimos el automóvil, y por el dominio que tenía el José parecía ya un taxista experimentado en la conducción de los coches automáticos.


Fuimos directos nuestra siguiente parada, el bunk-art 1: un búnker construido por el régimen comunista albano en la segunda mitad del siglo XX, que fue diseñado para acoger a toda la cúpula política y militar en caso de ataque nuclear.


Pasamos la mañana deambulando por los pasillos plagados de fotos y de paneles un tanto largos donde explicaban la historia nacional durante la IIGM y el periodo comunista (que, en algunas partes y como un burdo intento de lavado de cara, nos vendían como antifastisca).




De cuando Albania y China eran aliados comunistas






La casa del Enver Hoxha que vimos ayer

La obra


El artista
Y a eso de las 13.30 terminamos la visita y volvimos al coche (y descubrimos que tenía techo solar).


Nuestro objetivo ese día era ir a Berat, donde hacíamos noche, pero como estaba a casi dos horas de coche, decidimos parar a comer en algún sitio de camino. 

Así que echamos 100 pavos de gasolina en Tirana, pillamos carretera y llegamos a una ciudad llamada Elbasan, donde tras varios intentos de comer en restaurantes bien calificados en Google maps (pero físicamente cerrados), acabamos en una especie de hotel-restaurante donde lo único que tenían en carta eran una pizzas económicas que no estaban del todo mal.


Tras eso, continuamos nuestro periplo hasta llegar a Berat. Aparcamos al lado del piso sin ningún problema, en una especie de barrio periférico que tenía cierta similitud con las 3000 viviendas. El piso, no obstante, era maravilloso, amplio, con una terraza enorme, y fresco.



Tras descansar durante una hora y pico (y echar un par de Unites), salimos a ver el casco histórico.



El casco se distribuía a ambos lados de un río cuyo caudal gozó de momentos mejores.












Cuando terminamos de ver el casco antiguo fuimos a un bar donde nos tomamos unas cervezas mientras hablábamos de temas evolutivo-culturales. 

Así nos dio la noche, así que decidimos cenar en un kebab cercano, por un precio absolutamente absurdo, apenas un par de euros el kebab.


Tras la cena nos dirigimos de vuelta a casa, aunque al lado de la puerta del piso nos esperaba un invitado sorpresa.


Nos duchamos y nos fuimos a la cama, aunque antes de dormir, el José y yo aprovechamos la soledad de la habitación compartida para echarnos tremendos Unites que terminaron en resultado incierto aunque seguramente desfavorable para la legendaria dupla marquesdehormazina.

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Gracias al doctor en Historia Antigua José Carlos por escribir esta entrada con la prosa aguada y taimada que le caracteriza

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