De baterías agotadas, barcos naufragados y albanos mecánicos
Nos levantamos a las 7 para prepararlo todo y salir a las 8 en coche a la academia de buceo para explorar el SS Probitas, un barco naufragado de la WWII.
Pero cuando llegamos al coche descubrimos, extrañados, que los botones de la llave no abrían el coche. Abrimos las puertas manualmente y al meter el contacto no pasaba nada. Ni un pequeño amago de un led parpadeante, absolutamente nada; la batería estaba totalmente muerta.
Comprobamos horrorizados que anoche, tras volver del supermercado, nos dejamos las luces encendidas. Sin tiempo para hacer nada lo dejamos como tarea pendiente para los Pedros y Jose del futuro (algo bastante recurrente a lo largo del viaje) y fuimos andando, con toda la bajona, hasta el centro de Sarandë.
Aunque tardamos 1 hora en hacer un viaje que habrían sido 5 minutos en coche, nos habíamos levantado bien de tiempo y pasamos al centro de buceo a las 9 y 10 pidiendo perdón, pensando que íbamos a ser los últimos, pero para nuestro alivio éramos los primeros.
Cuando llegaron las otras 3 personas con las que íbamos a bucear nos hicieron un briefing de la inmersión.
Era interesante porque el aparente dueño del sitio era albano y no hablaba inglés y su hijo, sin aparentes ganas de estar allí, estaba a su lado traduciendo lo que él decía. El problema era que el man hablaba mucho más en albano de lo que el hijo parecía traducir, y nos quedamos con la sensación de estar perdiéndonos información vital para la inmersión.
Luego nos dieron el equipo para que nos lo probáramos y las botellas para montarlas, algo que comprobamos horrorizados que apenas recordábamos cómo hacer.
También descubrimos que el enganche de la GoPro que la unía al mango se había roto, e hicimos un apaño favelero para sacar la cuerdecilla del mango y ponerla en la carcasa para poder, al menos, llevarla en la mano. Quedamos en que, para evitar posibles accidentes, solo la llevaría uno de nosotros.
En el momento teníamos la creciente sensación de que todo nos salía mal, pero ahora con perspectiva simplemente nos ahogábamos en un vaso de agua.
Fuimos en una furgonetilla al más puro estilo Joao al puerto, conociendo a un man austríaco que también estaba viajando solo, y terminamos de vestirnos antes de subir al barco.
Y pusimos rumbo al spot de inmersión.
En la media hora que llevábamos con él el divemaster se bajó 10 cigarrillos mientras el Pedro, en lo que para mi es el mejor chiste del viaje, decía que él buceaba con nicotinox (para los profanos, el nitrox es un tipo de aire especial solo con oxígeno).
Y comenzamos la inmersión.
Y nos despedimos del austríaco, que iba a hacer una segunda inmersión.
Después de pagar, y con todo el hambre del mundo, fuimos a por un segundo desayuno a una cafetería que teníamos al lado unos bireks y unas sodas con sabor a mojito.
Y terminamos comiendo allí también.
Llegamos hasta las escaleras/cuesta para subir al hotel y Jose y Pedro se fueron con Sergio y Jon un rato a la playa.
Y yo me fui un rato a ducharme y tumbarme, que tenía la cabeza como un bombo del sol.
Cuando volvieron Jose y Pedro estuvimos viendo cómo arrancar un coche sin batería mientras teníamos las olimpiadas de tenis de fondo.
En un intento desesperado por solucionarlo, hablamos con las hijas del dueño del complejo hotelístico en el que nos estábamos alojando para ver si nos podían echar una mano y nos dijo que su padre volvía a las 8 y algo.
Bajamos un rato a mirar por encima el interior del capó como si supiéramos lo que hacíamos, aunque no tardamos mucho en subir.
E hicimos tiempo en la terraza mientras venía el man del trabajo.
A las 8 vinieron sus hijas a buscarnos, bajamos los 3 y el resto es historia.
El único idioma en común que teníamos con él era el poco italiano que hablaba Jose, aunque nos sirvió para explicarle el problema.
El man trajo su propio coche, pero las pinzas que tenía eran demasiado cortas y nuestro coche era automático y sin batería no podíamos ni siquiera quitar el freno de mano.
Viendo que era imposible maniobrar por un montón de piedras que teníamos al lado acabó subiéndose encima, se bajó haciendo parkour y nos recargó la batería jugándose la vida con cada chispazo que pegaban las pinzas.
Por suerte contamos con un equipo videográfico excelente para documentar cada segundo.
Tras deshacernos en agradecimientos con todos los "grazie mille" y "faleminderit" del mundo, nos montamos al coche y estuvimos dando vueltas media horilla para volver a cargar la batería.
Cuando consideramos que ya estaba cargada volvimos al hotel, lo aparcamos comprobando 17 veces que las luces estuvieran apagadas, nos duchamos otra vez y bajamos a cenar con Sergio y Jon.
El plan del día siguiente era ir a Butrinto y Ksamil así que nos subimos prontito a dormir, aunque obviamente nos echamos un par de Unites antes.
Ambas partidas terminaron con el Jose ragueando porque el wifi del hotel nos jodía en momentos críticos de las peleas grupales mientras juraba que se lo iba a desinstalar.
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