De carreteras esperpénticas, calas secretas y lavadores de ropa

Nos levantamos sin prisa y bajamos a desayunar, aunque a algunos tardaron un poco más en bajar.



Y desayunamos, con vistas a Himarë, unos cafeses y una de las 7 bolsas de galletas que como mínimo llevábamos encima durante todo el viaje.


Hicimos el checkout y pusimos dirección a una calita que habíamos visto en Google Maps para pasar la mañana antes de ir a Sarandë, aunque las carreteras por las que íbamos eran surrealistas.

Una cabra cruzando la carretera

Aparcamos en un apartado desde el que se veía y bajamos haciendo parkour hasta la playa.



Y pasamos la mañana allí.



Jose y yo nos fuimos nadando a dar una vuelta para probar la GoPro y tenerla domada para mañana buceando en el barco naufragado.



Intentamos hacerunos saltos épicos mientras Jose cogía la cámara en el aire pero solo conseguimos que le diera en la cabeza.



Así que bajamos nuestras expectativas.


Luego se vieno Pedro y continuamos con nuestras acrobacias subnarinas.







A la 1 y algo recogimos las cosas para ir al restaurante que habíamos mirado para comer, y el camino siguió siendo igual de disparatado.

Unos toros comiendo de un cubo de basura

Nos costó un poco encontrar el camino para llegar al sitio, que al final estaba en lo alto de un pueblito en la ladera de una montaña.



El restaurante se llamaba taberna Muzhaqi.



No nos arriesgamos mucho para la comida; pedimos unos bireks de sabores alternativos y algunas cosas para el centro.



Y de postre baklava con helado.



Pagamos y dimos una última vuelta por el pueblo para admirar las vistas antes de irnos.


Finalmente llegamos a Sarandë y esta vez sí que nos perdimos totalmente. El pueblo estaba literalmente en obras y tuvimos que dar varias vueltas desafiando al omnisciente Google Maps hasta que finalmente dimos con el camino de tierra que nos permitía bajar al parking del hotel. Pero es que después de bajar las maletas tuvimos que dar varias vueltas para descubrir cómo entrar al sitio.

Finalmente apareció una chica de 7 años que nos guió a nuestra habitación, y descubrimos que era un edificio normal reconvertido en pisos turísticos y regentado por una familia albanesa.

Después de dejar las cosas, bajamos a buscar algún ATM donde sacar dinero, porque no teníamos efectivo suficiente para pagar el hotel y sorprendentemente no aceptaban tarjeta.


Entre el calor infernal y las cuestas en las que casi tuvimos que sacar el piolet para subir, volvimos al hotel sudando. 

Mientras Jose y yo nos duchábamos, Pedro preguntó a la madre de las niñas por algún sitio donde lavar la ropa y nos dijeron uno prácticamente al lado del ATM, así que bajamos otra vez.

Cuando lo encontramos y preguntamos, descubrimos que tenía unos precios abusivos, pensados seguramente para los hoteles de la zona, así que pasamos a una tiendecita que había al lado a por un paquete de detergente y volvimos al piso para lavar la ropa a mano.


No teníamos ni comida ni ganas de volver a bajar y subir las cuestas así que fuimos en coche a un super que vimos de camino y compramos un par de cenas y algunas cosas exóticas para picotear.


Sergio y Jon se quedaron en la habitación de abajo, con una terraza mucho más grande, así que bajamos con la sandwichera que teníamos nosotros a cenar.

Nos hicimos varios sándwiches mientras mirábamos al mar y hablábamos de lo previsor que debía haber sido el man que compró el terreno del edificio para hacer el hotel, cuando el suelo debía tasarse en chicles de melón, y prever que iba a haber un boom de turismo en esa ciudad albanesa alejada de la mano de Dios.


A las 11 nos despedimos y fuimos a nuestra habitación.


Y nos fuimos a dormir nerviosos porque mañana teníamos la mañana de buceo en el SS Probitas.

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