De equilibristas impávidos, secadoras mojadas y kebabs pantagrúelicos

Después de terminar de guardar las cosas en nuestros hatillos, bajamos al bar donde anoche estuvimos de cervezas para desayunar.

Tras completar la ingesta calórica de la mañana, sacamos el coche del parking y pusimos rumbo a Český Krumlov.

Y aprovechamos para jugar un par de Unites de camino

Dos horas y algo después llegamos a nuestro destino y nos dimos cuenta definitivamente de que el aparcamiento en la República Checa estaba totalmente prostituido. Da igual lo pequeño y miserable que sea el aparcamiento que encuentres, te van a sablar cantidades astronómicas por dejar el coche un rato.

Así que después de dejar pasar varios aparcamientos más o menos decentes finalmente encontramos uno sin la infame linea azul, aunque en mitad de una cuesta y sin ningún rastro de sombra en 20 metros a la redonda.

El calor era asqueroso, parecía finales de julio en la Mancha, así que apretamos la marcha para llegar al centro de la ciudad, aunque bebiendo tanto agua tuvimos que parar un segundo.


Y finalmente llegamos a la ciudad.

Y fue cuando empezamos a ver gente andando entre edificios.


Resulta que había una convención de funambulistas y los colgaos con menos vértigo de toda Europa se habían reunido en la ciudad para hacer de las suyas.

Así que mirando cada poco para arriba por si se nos caía un señor, seguimos con nuestro paseo.


Cuando empezó a apretar el hambre nos pedimos unos trdelniks o, como los bautizamos, bocadillos de helado.

Tal cantidad de azúcar, sumada a las infernales temperaturas, nos obligaron a sentarnos unos minutos a la sombra antes de continuar el recorrido en el castillo de la ciudad.


Lo primero que vimos al acercarnos al castillo fue que tenían un puto oso en el foso.


Tras barajar si PETA sabía de ese animal, nos adentramos en el castillo previo pago de unas coronillas. Estaba totalmente musealizado y cada sala tenía un panfleto en el que describían la mayoría de las cosas que había.

En una tenían los (supuestos) restos de Santa Reparata

Una de las salas tenía una ventana y de repente un man se fue andando por ella.


Y cuando acabamos con las habitaciones del castillo, seguimos hasta la torre.

Desde arriba se veía el castillo.

Y la ciudad entera.


Y salimos para continuar visitando la ciudad.



Empezamos a notar los efectos de la deshidratación severa y decidimos parar a tomar unas cerves antes de continuar bajo el abrasador sol checo.

Justo a nuestro lado había unos manes a punto de empezar a hacer funambulismo, y tras desearles suerte les preguntamos la duda que nos llevaba carcomiendo todo el viaje, que cómo lanzaban las cuerdas de una punta de la ciudad a otra. Nos dijo que antes usaban águilas, a las que ataban hilos ultraresistentes para luego tirar de él, pero ahora usan drones (a PETA lo del oso le daba igual, pero ésto no).

Y seguimos paseando.


Y una vez visto Český Krumlov volvimos al coche, subiendo la cuesta que antes bajamos, y que tras pasar el día andando en ayunas bajo un sol abrasador se nos hizo más dura de lo que jamás reconoceremos en público.

Cuando llegamos al coche (que estaba al rojo vivo) pusimos rumbo hasta Ceske Budejovice, que estaba a media hora, aunque antes paramos en un centro comercial de camino para poner una lavadora.

Fue imposible descifrar las crípticas indicaciones sobre cómo pagar y programar las máquinas en un idioma que pretendía ser inglés. 

Finalmente tuvimos que pedir ayuda a una lugareña, que nos contó que teníamos que cambiar coronas por unos tokens de la tienda en una máquina que estaba fuera.

Y mientras las cosas se lavaban comimos algo a una especie de McDonals vietnamita.

El encargado ni hablaba inglés ni le interesaba intentarlo

En una brillante jugada empresarial, la ropa salió empapada y nos obligó a poner una secadora, rato que aprovechamos para llenar el depósito. El problema es que por lo visto el nivel de secado "medio" no seca la ropa (incluso de algún modo casi la humedeció más) así que tuvimos que poner otra carga con el nivel al máximo, perdiendo aún más tiempo y tokens.

Finalmente sacamos la ropa seca, la subimos al coche y pusimos por fin rumbo a Ceske Budejovice.

A llegar por supuesto tuvimos que pagar para aparcar, aunque tras descartar un par de zonas al final nos salió como a 120 kunillas, unos 5 pavos.

Tras subir las cosas al Grand Hotel Zvon (pronunciado Cebón, una fonía que nos hizo gracia) bajamos a la plaza.

El fotógrafo

La foto

Tras pedir una cerveza local esperando quedar maravillados con su sabor, descubrimos que nealko significa "sin alcohol".


Así que, engañados y humillados, fuimos a buscar más bares mientras dábamos una vuelta.

Finalmente acabamos en el Paluba, donde una camarera con aspecto de bebé, nos convenció para olvidarnos de la Pilsner Urquell y probar la Budvar 33, decisión de la que no nos arrepentimos.

Al fondo se ve un kebab

Justamente a ese kebab le estuvimos haciendo ojitos durante dos rondas, y cuando la camarera bebé terminó su turno no nos quedó ningún motivo para seguir allí y nos fuimos a cenar.

No solo estaba buenísimo, el kebab era absolutamente masivo, y como vimos una review de un chico comparándolo con su novia, lo replicamos para dejar otra.

Sin duda top 3 kebabs que he comido en mi vida

Y volvimos al hotel mientras saboreábamos las complejas notas e intrincadas capas de sabor de esa delicia turca.


Cuando subimos echamos un par de Unites, Jose se pegó un baño y cuando volvió nos encontró a los dos durmiendo, tras lo que sospecho que no tardó mucho en hacer lo mismo.

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