De mañanas bélicas y tardes en urgencias

Quedé con Diego al lado del metro de Begoña para que Raquel y Ana vinieran a buscarnos y fuimos hasta el Gran Paintball, al lado del Escorial, donde contra todo pronóstico casi todo el mundo había llegado puntual.



Tras charlar un rato mientras terminaba de llegar los 50 procedimos a vestirnos y a hacer un minitutorial de cómo disparar las marcadoras.



Y cuando todos estábamos listos, una foto grupal antes de ir a la guerra.


El paintball en general estuvo bien, pero entre que éramos demasiados para lo pequeños que eran los campos y que las bolas iban aproximadamente donde les apetecía a ellas fue una experiencia bastante más caótica de lo que me había imaginado.

Aunque seguía con el tobillo tocado me la había jugado a ir (evidentemente sin hacer un amago ni de correr ni de nada raro) pero en la última partida, en mitad de un bosque y con las gafas medio empañadas, pisé un socavón en la tierra con el tobillo malo y me fui al suelo.

Joaquín, un compañero de mi altura, me ayudó a cojear hasta la base mientras las balas de pintura pasaban silbando a nuestro alrededor como si fuera la mejor adaptación de Hollywood del desembarco de Normandía.

Notaba el tobillo tocado pero entre que nos estábamos moviendo y que era la hora de la comida no lo veía tan mal.

Tremenda barbacoa para comer

Otro compañero también pisó otro de esos socavones mortales mientras corría y se le medio soltó el isquiotibial (la vieja lesión), así que cuando terminamos de comer fuimos los dos al hospital HM de Sanchi.

Hacía un sol insoportable y acabamos todos apiñados en la sombra

Volvímos Pedro V., Carlos A. y yo en el coche de Jesús hablando de unir las sanidades de todas las comunidades autónimas, nos dejaron en la puerta de urgencias y empezó la espera.

Esperando en radiología 

Llegamos sobre las 4 y media, y después de que nos liaran las pruebas y le quisieran hacer a él una placa de tobillo, estuviéramos hablando de las vicisitudes de la vida y nos hiciéramos amigos de una mujer que también estaba esperando, él salió sobre las 7 y media y yo no me fui de ahí hasta una hora después.

Ya era totalmente de noche

Cuando salí, y entre que Bea vive al lado y que me apetecía un poco de compañía, le pegué un toque y vino en coche para acercarme a casa pasando previamente a una farmacia a por Nolotil y Enantyum.

Ya en casa me estuvo echando una mano para llenar un par de cubos con agua en extremos térmicos opuestos y me aprendió una receta de merluza al microondas increíblemente práctica.

Tras cenar en la cocina charlando de la vida nos dieron las 9 y media, y tras un fuerte abrazo casi nos despedimos definitivamente, pero en el último momento nos hicimos una última foto de recuerdo.


Y poco más, estaba especialmente cansado tras pasar la tarde en urgencias así que no tardé mucho en acostarme.

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