De restaurantes victorianos, cojos mentirosos y pirámides negras

Con Diego y Broce éramos 6, más de los que legalmente caben en un solo coche, así que obviamente no nos montamos todos en el mismo infringiendo varias normas de circuación vial solo para ir a la playa.

Pasamos la mañana de chill entre palas, máscaras de buceo y cerves.


Como no quedaba comida en el piso dimos una vuelta por la zona y terminamos en Il Posto, un restaurante ambientado en plena Londres victorina.

La foto es de google pero las que hice con el móvil no le hacen justicia

Aunque los camareros tenían un sospechoso acento de Europa del este nos fiamos y terminamos pidiendo los platos más exótiso que tenían en la carta, como risotto de calabaza y gambas o pasta con pesto de pistachos.

Por la tarde volvimos a la playa y estuvimos nadando hasta las boyas y jugando un rato al volley (con desastroso resultado) hasta que nos dieron las 8 y volvimos al piso para ducharnos y ponernos guapos para la noche almerimeña.

Tras llegar al centro y dar un par de vueltas terminamos en La Soleá, un bar regentado por el autodenominado Sergio el cojo.

Y entre conversaciones profundas también hicimos un rato el tonto.


El camarero, quien al principio se mostró bastante iracundo, terminó siendo un verdadero personaje. Tras reconocer, en varias ocasiones, la excelsa calidad personal y moral de los comensales de las mesas aledañas, incluso acabó recomendándonos los siguientes bares de nuestro itinerario.

A recomendación personal de Sergio a.k.a. Sergio el cojo volvimos al Carbón a tomar una copa y preguntar por Antony, un camarero con cierto parecido físico a Patiño, que se suponía que nos daría entradas gratis a la Tempo. Aunque todo esto solo en teoría porque cuando se las pedimos nos dijo que el Cojo podía decir lo que le quisiera que no nos las daba.

Estuvimos jugando a varios juegos de campamento como el gorro volador, la caja de Chinichino o la bolsa de canicas antes de ir a otro bar del que no apunté el nombre.

Tras un rato de perrear al Quevedo Jose se cansó y terminó sacando el LED scroller para pedir temazos antiguos, como Tsunami, a un DJ que sorprendentemente nos hizo bastante caso.

A las 4 de la mañana cerraron el sitio, aunque Félix y Jose se hubieran quedado un rato más, y barajamos si pasar o no mientras íbamos de camino a la Tempo, la pirámide negra que fue discoteca y ludoteca antes de que hace un par de semanas la reabrieran como sala de ocio nocturno.

Después de una semana sin parar todos estábamos bastante derrotados así que finalmente optamos por volver andando a la casa.

Foto del camino de vuelta, no sé de dónde sale pero me parecía pertinente adjuntarla

Aunque el resto se acostaron pronto Diegazo y yo nos quedamos un ratete hablando en el salón mientras checkeábamos Intagram, aunque cuando dieron las 6 el sueño nos venció a ambos.

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