De calas nudistas, buceadores conspicuos y camareras excelsas

Madrugamos como jabatos a las 7 y media para poder llegar al parking de la playa de los Genoveses antes de que se llenara.Cuando salimos del piso, Pedro profirió un grito similar al de Prosérpina cuando Plutón la arrastró a las entrañas del infierno. Nuestro amigo había visto un insecto tan raro que, según Pedroma, pudiera haberse tratado de una especie no documentada hasta entonces. Por el miedo y la emoción del momento, no lo documentamos.

Invernaderos a izquierda y derecha

Cuando llegamos a la zona del párking, tuvimos que hacer 5 minutos de cola para entrar. Al llegar a un punto de control, un individuo nos hizo pagar 5 euros por el acceso. Ya en el área de aparcamiento, Jose saltó la cola y entró directamente en el parking. Uno de los gorrillas le increpó, gritándole "Ehh, tú. Ven para acá". José se sorprendió ante la actitud de una persona que había confundido con un bañista estándar. Su confusión derivó del bonito polo naranja que el empleado podría haber llevado a las discotecas más selectas de Madrid. Jose, al percatarse de su error, sólo supo decir "Lo siento, no sabía que eras un empleado del párking; ese polo es demasiado bonito". El chico, impertérrito, contestó con una tímida sonrisa y nos enseñó dónde teníamos que estacionar el coche.

Cuando salimos, preguntamos dónde estaba la cala de los Amarillos. Con breves indicaciones, nos dijo que teníamos que seguir un sendero y superar una pequeña colina, de modo que en 7 minutos llegaríamos a la cala. Tardamos 25. 

Para acceder a la cala, tuvimos que bajar por un terreno escarpado plagado de maleza, rocas amarillas, algunos insectos de difícil identificación, y los restos de las vestimentas de un niño que llevaban allí abandonadas desde el invierno de 2019, al menos.

Tras bajar a la cala y ver algún pene más del que nos hubiera gustado insertamos las sombrillas en la arena con los atentos consejos del aparejador Félix.

De manera preventiva, nos untamos de crema mutuamente para evitar cualquier problema dermatológico mientras Jose nos versaba sobre las relaciones de poder que teóricamente podrían decducirse del orden de untado entre machos alfa de una misma especie.

En toda la cala estaríamos no más de 10 individuos, 6 de ellos desnudos

Una vez nuestra piel quedó protegida nos armamos de las máscaras de snorkel y buceamos alrededor de la cala para conocer a la fauna marítima endémica, lo que resultó en una experiencia verdaderamente increíble y enriquecedora.

Una vez buceado el entorno que nos rodeaba decidimos investigar también las formaciones rocosas que se alzaban alrededor de la cala.

Mientras Félix y Joselarcos repetían incursiones submarinas, los Pedros nos quedamos guardando la sombrilla mientras jugábamos a las palas y luego se las dejamos a ellos.


Y aprovechando que por allí pasaba un perro hice un #vlog.


Tras el primer #vlog decidí poner en práctica mis dotes fotográficas únicamente equiparables a las del magnánimo Santiago Parras, pero mientras intentaba grabar una toma nostálgica de Pedro mirando pensativo al mar, cometí la insensatez de pisar un coral sin recordar que no llevaba los escarpines y acabé prácticamente deshollado por las rocas.

Cuando la cala nudista nos saturó, decidimos emprender el camino de vuelta a la playa de los Genoveses, donde nos bañamos entre olas que no alcanzaban el metro y medio de alto. Algunas estaban plagadas de algas que se acumularon en el bañador de Pedro, donde anidaron hasta que este pudo darse una ducha. 

Tras esta pequeña incursión a una playa menos nudista, decidimos premiarnos con un merecido piscolabis en un pueblo aledaño, la Isleta del Moro.

Cuando conseguimos bajar nuestra temperatura corporal a valores normales y saciar nuestra sed con agua mineral decidimos ir al un mirador cercano para sentir la congoja de admirar la imensidad del Mediterráneo. 

Volvimos al piso, nos duchamos y fuimos andando a cenar a un restaurante gallego con muy buenas críticas, el Bucanero.

Pedimos un pulpo a la gallega increíblemente bueno y una hamburguesa de vaca rubia gallega digno de la cocina de un dios.



La atención del servicio fue excelsa y la camarera fue cordial, ilustrativa, simpática, eminente, inestimable, inefable, magistral, pura, excelente, correcta, grandiosa y sublime.

Una vez terminamos y pagamos fuimos dando un paseo de vuelta a la casa.

Félix practicando el timón holandés

Llegamos tan cansados que aunque teníamos intención de escribir esta entrada, el doctor Jose Larcos y yo terminamos medio dormidos uno sobre la cabeza del otro, y lo único que nos retuvo de entrar en el reino de los Oniros fue que la luz del salón estaba encendida.

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