De pueblos pequeños, pueblos blancos y pueblos con miradores

Hola queridos lectores lacónicos. Como el autor de este blog no es capaz de cumplir con sus obligaciones, he tenido que tomar cartas en el asunto y escribir las entradas que quedan del viaje que hicimos a la Alpujarra (estoy escribiendo esto a 21 de octubre de 2023, más de un año después). 

Nos levantamos temprano pero como es habitual para nosotros, acabamos saliendo sobre las 10.30 del hotel palacio en el que estábamos alojados. 


Fuimos a desayunar a Bubión, donde aparcamos el coche sin saber muy bien si podíamos aparcarlo. Bubión era extremadamente pequeño por lo que tras ingerir unas pocas calorías creímos que ya lo habíamos visto todo.


La única calle que tiene

María (yo) cogió el coche y una hora y media después estábamos en Frigiliana, nuestro siguiente destino. 


Pedro Manuel quería que aparcar en sitios en los que no cabía el coche pero yo preferí dar vueltas hasta que me gustase un sitio. Finalmente, y por mi paciencia, aparcamos cerca de la Plaza de las tres culturas.


Una vez en el pueblo cogimos un mapa en la oficina de turismo y fuimos dando una vueltita tranquilamente. A continuación, Pedro Manuel insertará fotos que estuvo haciendo ese día. 



Buscando la sombra









Recuerdo esta calle como la más chula del pueblo

No quiero saber nada del sol





Pero como en el resto de pueblo, hizo mucho calor y muchas cuestas. Para finalizar el día en Frigiliana, tomamos unas cervezas cerca de la Plaza de las tres culturas.


Cogimos el coche hasta Nerja y fuimos a Mercadona a coger unas delicatessen de la zona de “Listo para comer” ya que se había hecho muy tarde para comer en cualquier sitio. 


Y finalmente comimos en el parking del Mercadona.


Aparcamos el coche en un parking cerca del Mirador Europa y dimos un paseo hasta él. 






Dimos una vueltita por la zona comercial de Nerja y cogimos el coche para volver al piso en Granada. 

Estuvimos esperando a José Luis, el técnico de confianza de María, ya que recordemos que su caldera no calentaba nada. 

Cuando por fin llegó, hizo magia de fontanero para arreglar la caldera, consiguió que saliese agua caliente, se fue y al segundo de salir por la puerta volvió a dejar de salir caliente. 

Cenamos kebab ya que había sobras y nos acostamos prontito para el siguiente día de viaje.

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