De pueblos con agua, pueblos con brujas y pueblos con cuestas

Salimos de Granada un poco más tarde de lo planeado y terminamos llegando a Lanjarón sobre las 11 y media. Después de dar una vuelta rápida aparcamos en la calle Molinos y fuimos paseando hasta la calle principal.


Nuestra primera parada fue en la primera fuente (de muchas) con poesía que vimos, y tras beber María se asomó a la parte de atrás.

Y vimos que no era todo lo potable que habíamos pensado.


Seguimos hasta la plaza de Santa Ana y nos intentamos hacer una foto cuando, de repente y como un ángel, apareció Marisol montada en moto, una amable abuelita que se bajó al grito de "¿queréis que os la haga yo?" y antes de poder responder nos quitó el móvil de las manos.


Nos empezó a contar la historia de la plaza y de algún poeta granadino oriundo del pueblo, con su ladina labia nos guió hasta su casa y nos hizo una foto desde la que se debería leer la placa pero al final no.


Como vino se fue, y antes de darnos cuenta se había vuelto a montar en la moto y rápidamente se perdió en la ontananza. A dia de hoy seguimos preguntándonos si ese encuentro sucedió de verdad o fue cosa del agua no potable.

Voy colando las fotos que fuimos haciendo por aquí cronológicamente.



La plaza con el ayuntamiento donde entramos a hacer pis antes de irnos

Volvimos al coche y pusimos rumbo a nuestro próximo destino, Soportújar, no sin antes parar en una cuenva que nos encontramos de camino.

Nada más llegar al pueblo y aparcar nos empezamos a encontrar inquietantes muñecos y estatuas adornando Soportújar, apodado el pueblo de las brujas.

También tenía un santuario budista, aunque como lo separaban 3 horas y eran mediados de julio optamos por dejarlo para la próxima ocasión.

Paseando llegamos a la casa de chocolate.


Y un poco más delante nos encontramos con la casa de Baba Yaga que, aunque pertenece al folklore eslavo, es la principal atracción del pueblo.

Escobas voladoras de bruja

El mirador de la plaza

La fuente del dragón

La calle más estrecha de España

Una serpiente que atrapó a María

De repente una araña del tamaño de una casa

Cuando terminamos de dar vueltas bajo un sol abrasador estábamos medio muertos así que nos sentamos en el la taberna Romero a tomar un refrigerio.

Tomado el refrigerio volvimos al coche a por los tuppers y nos sentamos en los escalones de una casa segundos antes de que llegara la dueña y nos dijera "que aproveche".


Cuando terminamos, recogimos todo y María se ofreció altruistamente a conducir hasta Pampaneira.


Cuando llegamos al pueblo aparcamos a la salida y empezamos a pasear con el único objetivo de ir a la sombra.


De hecho, había momentos que nos dolía tanto la cabeza del calor y de las cuestas que teníamos que parar a sentarnos y beber un poco de agua.

Yo conocía este pueblo porque la Auxi, una amiga de Frigiliana que hice en Cádiz, subió una historia hacía meses en este pueblo y mi reto personal fue encontrar el sitio desde el que la hizo, y eventualmente lo conseguí.

Su foto

La mía

Eventualmente llegamos a lo alto del pueblo.



Y bajamos por una calle con un riachuelo en medio.

El riachuelo seguía pasando la plaza y se nos ocurrió hace un vídeo romántico, idealmente cortado, pero ahora me hace más gracia sin editar. 


Y un vídeo siguiendod esa misma calle.


Cuando ya no podíamos estar más cansados volvimos al coche dirección a Capileira, donde María había encontrado un hotel un palacio con una piscina de frescas aguas.

Después de hacer el checking y preguntar a la hotelera el origen de los nombres de Pampaneira y Capileira nos guió hasta nuestros aposentos.


Tras una ducha rápida y deshacer las maletas lo justo para encontrar los bañadores fuimos a la piscina.

Por fin con wifi puse a descargar la actualización enorme del Pokemon Unite mientras estábamos un ratito chilling y un ratito nadando y aunque pensamos en ir al chiringuito que había al lado iban a cerrar enseguida.

Al final terminamos en una zona con un gallinero y un huerto supuestamente ecológico que por algún motivo tenían en mitad del hotel.

Volvimos al hotel a ducharnso y ponernos guapos y salimos a cenar.

Dimos una vueltita por el pueblo mientras se iba haciendo de noche.

Y después de sopesar un par de sitios terminamos con el de la carta más loca, el Corral del Castaño.

Para nuestra desgracia, cuando nos sentamos nos dijeron que ya se habían acabado las cosas más locas de la carta, como los piononos de rabo de toro con muselina de mango caramelizado, así que primero pedimos una pizza de atún y aceitunas negras.

Y luego una tartaleta de verduras con lo que María pensaba que era un tomatito cherry encima pero que terminó siendo un fisalis.

Aunque nos sobró la mitad de la pizza, como buenos crítitos que tartas de queso no podíamos irnos sin probar la que tenían allí.

No puede estarse quieta ni un segundo

Después de dar una vuelta callejeando llegamos sobre las 12 y media al hotel, y con lo cansados que estábamos caímos rendidos al momento.

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