De rayos con orejas y bebés con flotador

El plan del día era pasarlo en Ocaña, pernoctar allí y enseñarle el pueblo a los amigos de Madrid y algunos de Almagro.

Me desperté sobre las 9 y metí tranquilamente en una maleta las cosas de invierno para aprovechar y llevármelas. Como mi tío también iba pasó a recogerme con mi tía y mis primos a las 11 y fuimos para allá.

Cuando llegamos ya estaba el resto de mi familia allí, y como por la pandemia hacía dos años que no nos juntábamos todos los abrazos fueron especialmente fuertes. Tras desmontar el horno y comprobar si podíamos cambiar la vitro, aprovechamos que mi madre se había ido al cementerio para que mi prima tatuara a mi hermano un rayo con dos orejitas en honor al difunto Rayo.

El problema fue que al enchufar la máquina de tatus a la pared pegó un petardazo y los cables se fundieron a la altura del enchufe, así que terminamos cortando el enchufe de una lámpara y trasplantándolo al cable de la máquina con celo.

Pa habernos matao

Cuando comprobamos que no había peligro procedimos con el tatuaje sin mayores contratiempos.


Mi madre llegó con el tatu a medias y tras convencerla de que no era para tanto fuimos todos al campo.

Pasamos lo poco que quedaba de mañana (porque llegamos a las 3 y poco) poniéndonos al día antes de comer.


Después de los cafés nos metimos Julio, la bebota Silvia y yo en la piscina y estuvimos jugando con ella hasta que llegaron los regalos del amigo invisible.

Carlos, Raquel y Alba se fueron poco después y los demás nos quedamos hasta que se hizo de noche hablando y jugando al jenga.

Cuando volvimos a casa de la abuela Mariaje salió, Madre se acostó y Ramón y yo nos quedamos jugando al Pokemon con Jaime en llamada casi a las 2, tras lo que opté por acostarme también.

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