De camareros matemáticos y saxofonistas ínclitas
Aunque mis panas quedaron sobre las 12 en La Platea, a mi se me lió por
la noche y terminé llegando un poco más tarde, a tiempo de ver la vuelta al
caracol.
Poco después pedimos la comida y la disfrutamos a la sombra de un sol que
amenazaba con causarnos uno o dos melanomas.
María estaba con sus amigos de la banda y cuando los Santacruz volvieran a
Andalucía y Alberto y Laura a Ciudad Real me pasé a conocer a algunos y en
general a estar con ellos un rato.
Volví a la mesa a tiempo de pagar, y el camarero nos trajo una cuenta en la que faltaban bastantes cosas, así en el lugar de cuestionar nada dimos por hecho que la gente que se había ido yendo había invitado, pagamos y nos fuimos a saludar a Ezequiel y sus adláteres sin contrato.
Sobre las 9 ya no quedaba mucho que hacer y Jaime y Edu se fueron a casa.
Álvaro y yo nos quedamos un ratete más para ver pasar la procesión y a la
seguramente mejor saxofonista con la que la banda a tenido el placer de
contar.
Volvimos hablando un poco de la vida y al llegar al bar Esquina, clásico punto
de despedida, salió el tema de los planes de vida a medio y largo plazo y nos
quedamos casi una hora hablando, finalmente interrumpidos por los hermanos
Moreno que andaban paseando a Roco.
Los acompañamos dando una vuelta por el pueblo de veinte minutillos y volvimos
a casa, momentos después de ver un mensaje de María para vernos un
ratete.
Me cambié rápido, cené algo y salí al pradillo, donde decidimos ir a por el
coche y lo que surja, aunque cuando vimos que andaba en reserva fuimos a
echarle 10 euros para evitar los posos del depósito.
Aunque no lo parezca este tren de vida tiene un precio muy alto así que cuando
volvimos a Almagro, casi a las 3, ninguno de los dos tardó mucho en acostarse.
Comentarios
Publicar un comentario