De platos italianos auténticos y vueltas a la madre patria

Nos levantamos sin prisa y desayunamos terminando lo que habíamos ido comprando estos días.


Esta vez le tocó recoger a Jaime así que mientras el librero manchego fregaba los platos me entretuve con la cámara macro del móvil.

El radiador de la cocina de cerca

Como el avión salía poco después de comer no teníamos mucho tiempo así que cuando todo estuvo recogido echamos algunas partidas al Unite. 

Cuando tuvimos suficiente Pokémon, y mientras los libreros recogían las maletas, Jose y yo estuvimos preparando la comida; pasta carbonara (no confundir con carbonata). Era la primera vez que la probaba y, aunque no me corresponda a mi decirlo, nos quedó bastante buena.


No sé si me gusta más el primer plano o el último

No tuvimos mucho tiempo más para hacer cosas, y poco después de comer y recoger Jose nos llamó un MOIA para ir al aeropuerto. Repasamos las cuentas e hicimos bizums mientras llegaba y nos despedimos con fuertes abrazos antes de subir al minibus.

El aeropuerto de Hamburgo es bastante pequeño así que no tardamos mucho en encontrar dónde teníamos que ir. Pasamos los controles rápido y buscamos un par para sentarnos, y mientras Jaime y Álvaro tomaban un café yo me di una vuelta bicheando por las tiendas del lugar.

Por supuesto no pagamos para elegir asientos y cuando subimos pedimos a la persona que teníamos entre medias que nos lo cambiara, a lo que accedió sin problema.

Volamos sin complicaciones y llegamos a Madrid a tiempo y fuimos hasta Atocha en cercanías. En un bar cerca de la estación nos esperaban Edu, Agus, Bea, Adri, Carol y Rodri y tomamos una ronda rápida mientras hacíamos tiempo al tren que llevaría a los libreros a Ciudad Real.

Agus, Adri y Bea nos dejaron un poco antes antes y el resto les acompañamos hasta el control de acceso al tren.

Cuando salimos de la estación nos vimos con hambre, así que los 4 restantes nos pasamos por el 100mon más cercano a cenar.

Yo me pedí un 18, 48, 63 y 82 (lo recuerdo porque los fui apuntando en una nota)

Estábamos bastante agusto así que aguantamos en el bar hasta que cerraron y volvimos a casa en metro.

Al llegar al piso me di cuenta de lo cansado que estaba y de lo poco que me apetecía madrugar al día siguiente así que después de deshacer la maleta y medio colocar las cosas, no tardé mucho en acostarme.

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