De placas bacterianas, barrios tristes y bares de poetas

Me levanté con la garganta bastante dolorida, y aunque estuve trabajando sobre las 11 me empecé a poner bastante peor y a la 1 ya estaba en la cama tiritando, sobreviviendo solo con los atentos cuidados de María que, con el diagnóstico del día anterior, empezó a administrarme azitromicina y naproxeno.


Por suerte no me quedaba mucho por trabajar y antes de las 2 ya había fichado salida. Mientras seguía en la cama intentando contactar con un abogado para hacer mi testamento y con un cura para que me diera la extremaunción, María se preparó la comida rápidamente y se vino a comer a la cama para hacerme compañía.

A las 3 tuvo que irse porque tenía clase media hora después, así que me abandonó en la cama a mi suerte, solo y febril, y sentí lo mismo que tantos niños espartanos cuando sus padres les dejaban en un bosque para que sobrevivieran contra los lobos.

Por suerte la medicina moderna empezó a hacer efecto y sobre las 5, después de ver un par de capítulos de The Office, me encontraba perfectamente, así que me vestí, recogí un poco el piso y me fui a dar una vuelta.

Tenía pendiente ir a mi antiguo barrio, así que puse el GPS hasta plaza Einstein y desde ahí me hice el mismo camino que tantas otras veces hacía un par de años hasta Periodista Francisco Javier Cobos.


Cuando llegué había una mujer entrando al bloque asi que finjí ser un vecino más y me colé detrás con un lacónico "gracias". 

Cuando pasé tuve una sensación mucho más agridulce de lo que esperaba y se me hizo muy raro volver a donde viví un año entero, aunque esta vez solo. 


Este era el portal donde subía a mi antigua casa, aunque no había ningún vecino cerca para colarme detrás.


Empecé a ponerme triste y no tardé mucho en irme. Cuando salí fui a la facultad por el camino de siempre, mirando a mi antiguo balcón como solía hacer. Por supuesto, las obras de los bloques de los pisos de esa calle seguían a medias.



Cuando llegué a la facultad hice el mismo camino de siempre, en una especie de peregrinación al aula donde solíamos dar clase.


Sorprendentemente me encontré a Manuel Capel dando clase. Subí a los laboratorios como cuando teníamos Cloud Computing con Merelo y bajé por las escaleras de metal.

Luego bajé hasta el hall, subí a la biblioteca y me di una vuelta por las mesas en las que hacíamos los TFM, y bajé hasta la cafetería (que siendo sinceros no pisé mucho).

No me quedaba mucho que ver por allí, así que fui hasta el Mercadona donde comprábamos los sábados por la mañana, y por algún motivo me sorprendió ver que todo seguía en el mismo sitio y que lo recordaba.

Volí a hacer el camino de vuelta a casa y me di una vuelta rápida por las calles de alrededor, pero empezaba a ser tarde y María no iba a tardar mucho en salir de su examen así que me despedí de mi antiguo barrio e hice el camino de vuelta hasta su facultad.

Llegé con un poco de tiempo y llevaba dos horas andando sin parar, así que subí al piso de arriba y me senté 5 minutillos a esperar.


No tardó mucho en venir con Antu y Daida, fuimos al Garden y pedimos unas jarras de mosto (que por lo visto también existe blanco) y cenamos con la tapa.


Al poco llegaron Aitor, Elián y Diego, y después de estar hablando un rato en algún momento nosotros sacamos la cámara y empezamos a jugar con los filtros de instagram.






El plan de luego era ir a la Tertulia, un bar en el que hacían micros abiertos para leer poesía, pero cuando llegamos acababan de terminar así que nos fuimos antes de que nadie llegara a preguntarnos que qué queríamos.


Aunque el resto tenía cuerpo para más a mi me volvía a doler un poco la garganta así que nosotros nos fuimos a casa, que estaba calentita gracias al enchufe inteligente que le regalé a María, y no tardamos mucho en caer rendidos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De hamburguesas para llevar

De programmers y runners

De tanatorios y purpurina