De coches abandonados, viajes a Jerez y bares overcrowded

La semana pasada el Diego viajó a Londres una semana a estar con Irene. Fue hasta Jerez en coche pero se dejó las llaves debajo de la cama de la vejeriega, así que tras pedir una copia decidimos ir esta mañana. 

Nos levantamos cerca de las 10 y desayunamos los tres juntos el la cocina el bizcocho de ayer. Para sorpresa de nadie Rafa estaba puteado con el curro así que no pudo venir. El Dieg y yo cogimos el cercanías de las 11 y cuarto y llegamos media hora después a la estación de Jerez de la Frontera.

 


Como no teníamos prisa pasamos la mañana dando una vuelta por la ciudad, que tiene bastantes plazas con zonas verdes.






Íbamos mirando sitios en Maps que estaban cerca y yendo a verlos. En una de estas llegamos a la Iglesia de San Miguel en mitad de una boda justo cuando el cura estaba diciéndole a la peñita que fuera en paz.




De repente una de las mujeres disfrazadas de sevillanas se sacó un dron y un mando del bolso, lo echó a volar y se puso a grabar cómo salian los novios de la boda. 

El viejo mundo y el nuevo se aunan en esta foto

Después fuimos a las bodejas del Tío Pepe que estaban al lado de la catedral.



Nos quedamos cerca de un grupo de turistas poniendo la oreja para oír lo que les contaban, pero no parecía muy interesante así que seguimos recto hasta la catedral.



Tanto andar nos acabó pasando factura, así que tuvimos que parar en un bar de la zona a tomar una cerveza y acabamos en la cervecería Gorila con medio cuerpo al sol y medio a la sombra.



45 minutos después pagamos y cogimos un taxi hasta donde había dejado aparcado el coche el Diego, y terminamos hablando con el taxista de lo bien que pegan las estrellinas en la sopa del ramen aunque aún así él prefería el puchero con arroz de su madre.

Al vovler a casa los tres teníamos más hambre que el tamagochi de un sordo (no me copies los chistes, María) así que sacamos la lasaña, calentamos tres porciones y las devoramos rápidamente.

No había mucho que recoger asi que mientras el Diego se echa una siesta el Rafa y yo nos hemos quedado en el salón y he aprovechado para terminar la entrada de ayer y empezar la de hoy, y para agradecer a mis lectores más fieles su apoyo incondicional voy a publicar lo que llevo de entrada y si todo va bien mañana la termino.

Ya es domingo y estamos en una situación parecida en el piso así que aprovecho para terminar la entrada. Rafiki se fue al centro a ver a Bea, su último fichaje de Tinder, y como el Diego seguía en la habitación me bajé a dar un paseo por la playa hasta que se hizo de noche.



Por la tarde habíamos estado decidiendo entre ir a cenar a casa de Jose o al Mercaito y finalmente decidimos la segunda, así que cuando volví a casa el Diego ya estaba despierto y nos cambiamos para ir al centro dando un paseo por el paseo marítimo, pero antes de salir me dejó un abrigo porque no había contado con que fuera hacer tanto frío como esa noche al hacer la maleta.

Tardamos casi una hora, que aprovechamos para hablar en inglés, y cuando llegamos nos encontramos a Jose y unos minutos después a Rafa despidiéndose de la barely legal Bea y fuimos al Mercado. 

Nunca había estado de noche y el ambiente era aún mejor. Pedimos noodles, patatas con rockefort, salmón y nueces y  hamburguesas de retinto y lo devoramos mientras hablábamos del futuro.



Cuando empezaron a cerrar los puestos fuimos andando hasta el Evohé, un bar lleno de Erasmus que habían descubierto hacía un par de semanas y en él que habían vivido aventuras tan rocambolescas como la de la chica que le entró al Rafa diciendo que si quería irse al baño con ella a que se la chupara y a meterse m.



El bar estaba a reventar y tardamos un rato en hacernos paso hasta la barra.



El problema era que estaba lleno hasta el punto en el que no podiamos ni bailar ni movernos, asi que a la media hora salimos a las mesas de fuera a por un poco de aire. Al rato Rafa y Jose se vieron fuertes para volver a entrar, pero el Diego y yo hicimos la de esperar fuera.



Mientras esperábamos vimos a una mujer aparentemente gaditana dándoles la chapa en pseudoinglés a unos chavalines aparentemente franceses sin ningún interés en hacer un esfuerzo por entender su acento, y a la que no le hizo mucha gracia cuando nos empezamos a reir.

 Rafa y Josele no tardaron mucho en salir bastante de bajona por no estar pudiendo disfrutar del bar, así que tras barajar nuestraas opciones decidimos ir al Ikebana. 

Fuimos andando hasta plaza España y pedimos un taxi, pero de camino empezamos a verlo difuso y Jose le pidió a la amable conductora que parar cuando pasamos a la altura de su casa, y Diego y yo hicimos lo mismo y dejamos al Rafa solo en el bar, que como estaba a tope no le importó (y e hecho la mañana siguiente nos contó que fue una de sus mejores noches en Cádiz).

Llegamos a casa sobre las 3 y media destrozados del día tan largo y después de un choque de puños fraternal nos deseamos buenas noches y nos fuimos a dormir.

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