De torbellinos de agua y cuestionarios marxistas

Acostándome a horas tan intempestivas me levanté cerca de las 11. Después de desayunar me di una vuelta por Carmen para comprar unas chuches y por el chino para comprar un par de pistolas de agua para la tarde.

Un poco después de comer mi hermano me estuvo ayudando a terminar de llevar las cosas, regar el suelo y poner la guirnalda de luces alrededor de las vigas del pozo.

A las 5, cuando estábamos a 43ºC, llegaron los libreros, Edu, Natalia y Marta armados hasta los dientes con pistolas de agua, que llenaron rápidamente y empezamos a dispararnos para soportar la temperatura.

Al poco también se pasaron una media hora Félix y Diego antes de ir a pasar el resto de la tarde al campo del Nitro. Estuvimos hablando de la secular enemistad entre Félix y Natalia por culpa de un termómetro defectuoso en la academia de inglés, y por fin pudieron explicarse el malentendido y hacer las paces.


El Félix regando el suelo por decimonovena vez para intentar enfriarlo

Joseda llegó sobre las 6 y los Moreno García se fueron, y los pocos que quedábamos fuera de la piscina nos metimos también. Es que hacía tanto calor que hasta la piscina, que habíamos terminado de llenar ayer de agua del pozo helada, estaba templada tirando a calentita.


María llegó a las 8 y poco y, tras presentar su código QR, pudo acceder al recinto y estuvimos un rato de chill hablando todos.

Creo que en esta foto estaban viendo el resumen de un partido en el móvil de Jaime

Al poco empezamos a llenar los globos de agua para la encarnizada batalla de después. Por algún motivo nos dividimos en dos; unos llenaban globos y los tiraban a la piscina y los otros esperaban allí para cogerlos sin que realmente hiciera falta (menos para Natalia, que de los 20 globos que llenó pudo tirar fuera perfectamente 18) (es que era increíble, estaba a 3 metros de la piscina y los globos ni se acercaban a ella).

Nota del autor: Natalia ha tenido a bien recordarme que ella solo tiró fuera los que lanzó haciendo una parábola innecesariamente alta, el resto le entraron más o menos todos.


Cuando creíamos que teníamos suficientes nos dividimos aleatoriamente en dos equipos (menos, de nuevo, Natalia, que iba contra todos), y descubrimos que los después de lanzar 5 ó 6 cada uno nos habíamos quedado sin más, así que nos metimos en la piscina y estuvimos hablando y haciendo la lavadora hasta que nos dimos cuenta de que eran las 10 y de que la mayoría estábamos al borde de la inanición.

Salimos, encendí la guirnalda de luces y empecé a preparar la cena.


Con la cámara de María se ve ligeramente mejor la verdad

Encendimos el carbón y mientras se calentaban las brasas fui a por la carne y los materiales a casa. María y Joseda me echaron una mano para preparar las cosas, lo que les valió para ver la hamburguesa que se cayó y poder evitarla luego (si alguno del resto de invitados lee estas líneas es broma, no se cayó ninguna).

Padre cocinando mientras sus pequeños juegan

Los Santacruz llegaron cuando estábamos cenando a tiempo del postre. Después de discutir si bastaba con una vela por tarta o si debíamos poner 2 en una y 6 en la otra, ganó la primera y las pude soplar.

A pesar de las lisonjas de los comensales, la de mango estaba un poco insípida

Al poco apareció una caja llena de regalos; Un poco de odio de Abercrombie, el Carcassonne y el Virus 2 comunes y una cartita y un reportaje infográfico con todo el lore de Bisbal y Chenoa de Natalia.

 
Como actividad sorpresa (y aprovechando que estaba Santacruz) había impreso el cuestionario de rojez y había envuelto el llamador del Boxer de Plasencia como premio sorpresa al que acertara más preguntas, que para sorpresa de nadie fue Álvaro el Rojo.


Terminamos el cuestionario a las dos y todos estábamos bastante cansados, así que recogimos entre todos en un momen y se fueron. María se quedó un poco más y nos metimos un ratete en la piscina.

Cuando nos habíamos refrescado, la acompañé a casa, volví a la mía y de nuevo me terminé acostándome a las 4.

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