De lagunas resbaladizas y cenas decepcionantes

Dormimos tan bien que pasamos algo de frío; solo teníamos una sábana (que por lo que cuenta Jaime me la quedé pa mi entera), y a mitad de la noche me desperté un poco tiritando para apagar el aire.

Por la mañana nos despertó Edu cuando pasó al salón sobre las 10 sin esperar encontrarnos durmiendo en el suelo. así que nos desperezamos y colocamos el colchón de manera estratégica para que no molestara.



Jaime, el barista del viaje, preparó el café mientras los demás llevábamos lo que habíamos comprado ayer y desayunamos comentando la noche.




Cuando terminamos fui con Álvaro a comprar el pan para los bocadillos mientras el resto recogía y se preparaba, y luego hicimos un poco de fordismo para prepararlos rápido.


Cuando estuvimos todos ready salimos dirección Valle del Jerte para hacer la ruta de La garganta de los infiernos (que no es tan mortífera como el nombre podría sugerir).

Fui con María y Juan en el coche del Edu, y después de que nuestro conductor se equivocara de salida y nos obligara a hacer una pequeña maniobra que nos costó 10 minutos pusimos rumbo directo al Valle escuchando el Rockport Espacial del Keo.


Pasando por Cabezuela del Valle

Como nos habíamos despistado al principio del viaje fuimos solos todo el camino, pero nos encontramos de casualidad al llegar a Jerte. Aparcamos en un parking al inicio de la ruta, nos dimos cremita, cogimos las mochilas con la bebida y la comida y pusimos rumbo a la Garganta.

Lo más parecido que tengo a una foto del parking

Cartel al inicio de la ruta vandaleado (ese verbo no existe pero qué vas a hacer al respecto)

La ruta era como de 30/40 minutos andando en mitad del monte hasta llegar a la Garganta de los infiernos.


Somos una travel couple

Aunque al principio nos veíamos fuertes al final la bolsa de las bebidas empezó a pesar, así que nos la fuimos rulando haciendo un teatro de cambio de guardia.

Las bebidas van en la bolsa que llevan entre Jaime y Juan

A mitad de camino había una roca enorme con vistas a un valle en la que todos nos hicimos fotos.



La Garganta (de los Infiernos) era una especie de sucesión de pequeñas lagunas naturales erosionadas en roca que desembocaban en unas más pequeñitas y más tranquilas separadas por un puente.

Los peregrinos

El puente

Las lagunas erosionadas

Nos fuimos a la derecha, a la parte con las lagunas tranquilas, y elegimos unas rocas para acampar y soltar por fin la puta bolsa de las bebidas.


Terminamos de desplegar el campamento sobre las 2, la hora perfecta para comer, que casualmente es lo mismo que pensaron las avispas de la zona; cuando sacamos los bocadillos empezaron a venir en parejas a comerse nuestro jamón, pero después de rehuirlas un rato improvisamos una trampa tirando un poquito en un roca cercana y zapatilleando a las que iban a por él.

Comimos sin más percances y poco después Jaime, Juan y María se fueron a dar una vuelta por las lagunas erosionadas mientras los demás nos quedábamos montando guardia en la base.

Álvaro y Joseda cooperando como una mente colmena para hacer un respaldo

Al final nos aburrimos un poco de estar ahí parados y nos fuimos a una lagunita que había cerca y desde la que podíamos ver si alguien se acercaba demasiado a nuestras cosas. Todos llevábamos pies de gato, y aunque para andar por las rocas secas eran perfectos las que estaban sumergidas resbalaban bastante y más de un hombre cayó al agua en contra de su voluntad.

Al rato volvió la avanzadilla de las otras lagunas, y como todos traían varios arañazos y moratones decidimos que lo más prudente sería seguir donde estábamos, y así estuvimos un ratito más.

Sobre las 5, los que no habíamos ido a las lagunas mortíferas dimos una vuelta haciendo parkour saltando de roca en roca hasta llegar a otras lagunas prácticamente vacías.

Un poco antes de las 6 levantamos el campamento y deshicimos el camino andado,, esta vez sin lastre, para volver al coche.

Cuando volvimos al piso nos turnamos para ducharnos y cuando todos estuvimos limpitos jugamos un par de partidas a la Polilla tramposa y al Dobble mientras descansábamos un poco y hacíamos tiempo hasta las 10, hora a la que habíamos reservado un par de mesas en el Boxer.

Salimos con la hora un poco justa pero contentos, que es lo que importa.


Cuando llegamos elegimos dos mesas lo más cerca de la única farola que había en 30 metros a la redonda y nos sentamos en dos grupos. 


La carta tenía una cantidad de combinaciones absurda; tuvimos que darle varias vueltas hasta entenderla y ver qué nos salía mejor de precio.

Aquí volví a fallar pidiendo; mi idea era pedir unas patatas con cheddar y rabo de toro deshilachado (que luego probé y estaban increíblemente buenas) y una smash burger, pero en el último momento cambié de idea y pedí unos daditos de pollo thai con salsa de curry y cacahuetes. 

Podrías pensar qué rico, desocupado lector, pero caerías en la misma trampa en la que caí yo; el pollo era un trozo de cartón insípido y la hamburguesa, aunque estaba buena, no era una smash burger.


Tuve la mala idea de hacer notar mi decepción con lo pedido, y el resto de la comida fueron todo pullas que me hicieron sentir más y más apesadumbrado

Una foto de mi apesadumbramiento

Como pequeña venganza me llevé el mandito que usan para avisarte de que tu pedido está listo, aunque ahora que lo tengo en casa la verdad es que no sé qué hacer con él.


Nos fuimos sobre las 11 y media a dar una vuelta por la ciudad.



Los guardianes de la muralla


Cuando llegamos a la catedral Jaime hizo de guía y nos estuvo explicando un poco de la historia y luego empezamos a jugar al veo veo con elementos arquitectónicos.


Pensábamos que al día siguiente íbamos a ir a ver Cáceres, pero revisando Google Maps vimos que pillaba mucho peor de lo que pensábamos, y como Juan tenía que volver a su pueblo en coche (que son otras dos horas más), así que cerca del Parador decidimos dedicar el domingo a ver Plasencia, y entre eso y que Edu y María estaban medio tiritando de frío (aunque los demás íbamos bien) nos fuimos a casa.

Cerca del Parador

La entrada al Parador

Volvimos a casa muy cansados, esta ver sin jugar a nada, y nos acostamos con menos miramientos que la noche anterior.

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