De camareros mohínos y viajes de vuelta a casa
No voy a engañar a nadie; he ido dejando esta entrada y ya han pasado dos semanas, así que o la hago ahora o nos quedamos sin el domingo de Plasencia.
Por suerte me fui grabando audios resumen de lo que iba pasando, porque si no lo iba a tener complicado (qué volátil es la memoria).
Por la mañana Jaime y yo nos despertamos antes de que sonara la alarma; a las 9 y media ya estábamos en pie y fuimos a despertar al resto, y fue al intentar entrar en la habitación de Álvaro y Joseda cuando vimos que habían hecho una barricada bloqueando la puerta con una cajonera por si alguien entraba de noche.
Estuvimos recogiendo y ordenando todo un poco, y cuando terminamos jugamos un par de partis al código secreto en el salón. Cuando terminamos llamamos al casero para que se pasara a por las llaves y mientras fuimos llevando las maletas al coche, y como tardaba más de lo esperado nos sentamos en uno de los bancos a la sombra del parque enfrente del piso a esperarle.
Cuando conseguimos devolver las llaves fuimos a dar una vuelta por la ciudad, que cambia bastante de día.
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La entrada al Parador |
Después de buscar en Google y dar un par de vueltas acabamos en el Mesón Yugo, comimos rápido y bien y volvimos al Parador a tomar un café. O eso pensábamos.
Cuando llegamos fuimos al claustro, que había sido convertido en la terraza del bar, y como no había mesas limpias preguntamos y nos dijeron que nos sentáramos mientras tanto.
Estuvimos una buena media hora esperando a que alguien viniera mientras veíamos como a nuestro alrededor la gente iba siendo despachada, y después de estar en varios momentos a punto de irnos al final vino un camarero con una cara de estar bastante de vuelta con la vida.
- Pero bueno, no os podéis sentar aquí, así cómo voy a saber yo si la mesa es vuestra o no
- Nos han dicho dentro que nos sentemos, pero bueno, que no tenemos prisa, no te preocupes
- No, si ya ves lo preocupado que estoy. Bueno, ahora cuando tenga un rato salgo a tomaros nota
Total, que según se fue nos levantamos y nos fuimos a una cafetería en la Plaza de Ansano que vimos de camino y en la que tomamos unos cafés con hielos bien fresquitos. Todos menos Joseda, que fue el único al que le dibujaron un corazón con la leche y al enterarse se puso rojo.
Cuando terminamos volvimos al piso, donde teníamos aparcados los coches, y 3 horas y media después de temazos del Keo, Bizarrap y el Karetta llegamos a Almagro.
Cuando llegamos aparcamos en la casa de Jaime y nos bajamos todos para despedirnos con abrazos fraternales y deseamos al Juan buen viaje de vuelta a Jaén que se iba a comer del tirón.
Al llegar a casa recogí la minimaleta, me duché y cené mientras veíamos El último mercenario.
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