De wannabes asturianos y cinéfilos japoneses

Antoñete vino pronto, y aunque la idea de la mañana era volver a pasarla en la playa, hacía muchísimo viendo y el cielo amenazaba con lluvia, así que tiramos de freno de mano y la pasamos en el piso.

Sobre la 1 y pico los chefs Gómez-Portillo y Crespo nos pusimos a preparar los cachopos y el chef Molero croquetas con la masa congelada que sobró de hace un par de findes.


En total salieron 4 cachopos como antebrazos de grandes, mas una botella de sidra y unos helados, y aunque comimos hasta no poder más sobró casi 1 entero.

Después estábamos tan rotos que nos sentamos en el salón y nos pusimos a ver Sin remordimientos de Tom Clancy, pero era tan tópica y tan lenta que a la media hora la quitamos y pusimos Silencio de Spielberg a la vez que Rafa se fue a ver al piso de Nidia.

Dos horas y cuarenta minutos después (mas un descanso a mitad de 20 minutos) la terminamos sorprendidos de lo buena que había terminado siendo. Al ir a subir la persiana automática del salón se rompió, avisamos al casero y por movernos aunque fuera un poco salimos a dar una vuelta por el paseo marítimo, y me llevé el carveboard del Diego.

Cuando pasamos por el bar Provenzal y el Diego y Antoñete vieron que jugaba el Madríd, ellos se sentaron y yo me bajé a la playa a pasear mientras pensaba en la vida.

A las 10 volvimos a casa, cenamos y ahora a las 12 estoy terminado esta entrada mientras Rafa, que acaba de llegar, nos cuenta qué tal la tarde con su jambita.

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