De ensaladas de pasta fresquitas y apuñalamientos en la cara

Pasamos la mañana los 5 en una playa especialmente abarrotada tumbados al sol y jugando a las palas con el incansable Antoñete. Cuando terminamos fuimos a meternos al agua, pero estaba bastante más fría de lo que parecía, reculé y me quedé donde solo cubre los tobillos.

Sobre la 1 le dije a Antoñete que se quedara a comer, me dijo que no sabía qué y decidimos hacer una ensalada de pasta con lo que teníamos por casa. Subí un poco antes al piso para ducharme mientras se cocía la pasta y la metí en el congelador mientas él terminaba de secarse e iba a su piso a por algunas cosas.



Al final hicimos casi para cuatro personas y nos la terminamos entera de lo buena y fresquita que estaba. Al terminar Rafa se fue a currar y Diego e Irene comieron fuera, así que me quedé con Antoñete viendo la Fórmula 1 y el partido del Barsa de después.

Cuando terminó fuimos al Día a comprar los ingredientes para unos cachopos para mañana y, de postre, 6 helados de los que nos comimos 2 en el piso.

Cuando Diego e Irene salieron de su habitación nos contaron que un amigo de Irene, mitad gaditano mitad escocés, para conocerle y tomar algo en un irlandés al lado del Ykebana, así que nos cambiamos y fuimos para allá.

Después de tomar unas pintas y preguntarle si conocía a alguien que estuviera buscando piso pagamos para irnos a casa, pensando que los bares cerraban a las 10, pero comentándolo de pasada con la camarera nos dijo que no, que como hoy terminaba el toque de queda no tenía sentido cerrar de 23 a 00, así que los bares podían abrir hasta las 2. 

Se nos abrieron los ojos y cambiamos el plan totalmente; le pedimos al amigo de Irene, que iba al centro, que nos acercara, y después de atravesar la Avenida Ana de Viya con C. Tangana a todo volumen aparcamos en Plaza de España y Antoñete, que había vivido prepandemia en el centro, hizo de sherpa y nos guió al Menoc Donald a por las hamburguesas más baratas de toda Cádiz.


Al terminar estuvimos callejeando por los bares antros que solía frecuentar el jumillano pero todos estaban cerrados. Al final llegamos al O'Connell's, Irene dijo que se invitaba a una ronda y pasamos a pedir, pero estaba tan lleno que Antoñete y yo decidimos salir mientas ellos dos conseguían abrirse paso a codazos hasta la barra. 

3 minutos después de salir salió el camarero con una cara muy seria para darse una vuelta por la Plaza de San Francisco como si buscara a alguien, y Antoñete y yo especulamos que por buscar a alguien que se había ido sin pagar.

Otros 3 minutos después se presentan dos coches patrulla de policías nacionales, aparcan en la plaza, entran al bar y sacan a un chaval con media cara rajada, la camiseta empapada de sangre y un cigarro y una sonrisa en la boca y a otro muy serio, que sospechamos que había sido el victimario.


Al poco salen Diego e Irene y nos cuentan que el segundo le había tirado un vaso al primero (aún no sabemos por qué), y después de varios gritos se lo llevaron detenido al tiempo que llegaba una ambulancia para llevarse al de la camiseta ya teñida totalmente de rojo.

Decidimos que retirada a tiempo es una victoria y pusimos camino a la parada de bus y nos encontramos al amigo de Irene haciendo botellón al lado de los coches patrulla, le recordamos lo de que buscábamos inquilino y nos despedimos de él.

Justo cuando llegamos a Plaza España llegó el bus, así que nos montamos y llegamos a casa a la 1, nos despedimos y nos acostamos corriendo para procesar todo lo que había pasado.

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