De estudios de cine, fortificaciones seculares y conductores veloces

Un poco después de y media llegó un man corriendo con toda la cara de dormido pidiendo perdón y diciendo que había puesto la alarma una hora tarde, que nos traía el desayuno en un segundo pero que  “please don’t tell my boss”. No somos snitches así que nos llevaremos su secreto a la tumba.



Tuvimos que desayunar corriendo porque abajo ya estaba Youssef, el conductor que nos llevaría a visitar los destinos del día. Obviamente sólo se me presentó a mi, relegando a María a un personaje secundario en esta historia.

Una vez en el coche, el viejo Youssef (que luego descubrimos que tenía la edad de María) intentó que cambiáramos la excursión; en vez de ir a Ouarzazate y a Ait Ben Haddou, quería ir a a una ciudad en mitad del Atlas que estaba considerablemente más cerca pero no tenía nada que ver con la excursión que nosotros queríamos hacer.

En el fondo respetamos el intento de quitarse más de 4 horas de coche entre ida y vuelta, pero no era la excursión que habíamos contratado así que le dijimos que gracias pero no y pusimos dirección a Ouarzazate.



Poco después de salir de Marrakesh le paró la policía y se bajó del coche sin que nosotros entendiéramos nada de lo que estaba pasando.

 


Al subir nos confesó que se había llevado una multa por exceso de velocidad y dimos por hecho que el resto del viaje se mantendría por debajo del límite máximo (no teníamos ni idea de la que se nos venía encima en el camino de vuelta).


Pasamos las más de 3 horas de ida escuchando los temardos de la lista de reproducción de nuestro ya hermano marroquí (que resultó ser también DJ) y por supuesto paramos un par de veces en negocios de amigos suyos donde iría a comisión para tomar un té o comprar productos de argán. También paramos en un desfiladero para hacernos unas fotos.

👍

Y finalmente llegamos a Ouarzazate.



Son unos estudios donde se han grabados diferentes películas, series o anuncios. Lo tienen super bien musealizado y es posible pasar con un guía que te va explicando cada uno de los platós: cómo se grabaron, cómo se construyó el decorado, etc.




Y fuimos decorado por decorado viéndolo todo de la mano de nuestro guía bereber de 2 metros.


















Y con esto terminamos la visita a los estudios de grabación.


Tras salir dimos una vuelta por el casco nuevo de Ouarzazate viendo las murallas que cubrían la ciudad.




Tras esto pensábamos que ya íbamos a Ait benhaddou, pero de repente el Youssef paró en el descampado más perdido de todo Marruecos.


Pues hasta aquí nuestras aventuras, pensamos totalmente desesperanzados

Por suerte no fue nuestro fin, y en su lugar pasamos a una tienda de antigüedades.


Era totalmente laberíntica en la que de repente había un cofre enorme, como miles de joyas de “plata” más sucia que la barba del Bú (recordemos que esto lo ha escrito María) o una sala llena de alfombras preciosas.



Nota de la editora: María dice que probablemente cuando tengamos una casa venga un fin de semana a comprar a Marruecos, por si algún laconic of the world quiere venirse.


Nos volvimos a montar en el coche, y el man nos acercó hasta Ait Ben Haddou, aunque antes de llegar paramos en un mirador desde el que se veía toda la ciudad.


Al fondo


Nos dijo que nos había reservado una visita con un amigo suyo (del que se llevaría comisión evidentemente) pero de repente nos dimos cuenta de que nos quedaba poco efectivo y Yousef nos dijo que él nos ponía 5 eurillos. Evidentemente le dijimos que no, así que nos dijo que hablaría con el man del free tour para que nos hiciese un descuentillo.


Cuando llegamos a la ciudad nos recogió un man ataviado con ropajes cerúleos y nos llevó a dar una vuelta de 30-40 minutos por Ait Ben Haddou, un ksar del siglo XI.





Nos estuvo contando la historia del sitio, que aún quedaban 5 familias viviendo en el pueblo y que había sido un sitio muy afectado por el último terremoto, del que aún se podían ver los estragos.



También pasamos junto a varios artistas que pintaban con técnicas bereberes de tinta invisible.





Finalmente llegamos a la parte superior, desde donde se veía toda la ciudad.






Y comenzamos la bajada.


Teníamos cierta prisa porque el avión salía a las 10 y media, así que terminamos rápido y fuimos a comer comer en un sitio que había acordado Youssef, el L'oasis D'or. Pero tras sentarnos nos dijeron “no food, no food” (traducido: lo siento amables comensales pero no nos queda comida) así que fuimos al restaurante de enfrente, pero le habíamos dado nuestros últimos dirhams al guía y no aceptaban tarjeta.

Lo mismo en el de al lado y en el de al lado, y finalmente terminamos en el último restaurante de la calle, donde todo era la mitad de barato y bastante menos europeizado (que creo que debió ser éste).

Sin temor a equivocarme puedo decir que probamos las mejores French Fries de nuestra vida, junto con unas brochetas de salchichas y un tajín de carne picada. 



El precio mínimo con tarjeta eran 20 euros y nos había costado todo como 16, por lo que teníamos que coger un par de cosas más. María cogió un heladito para comérselo en ese momento y yo decidí coger unas pringles exóticas que había en un mostrador, momento en el que volví a ser engañado. Más tarde las abrimos y vimos que están abiertas, rancias, y quedaban únicamente pedazos.

Una vez todo pagado, pusimos camino de vuelta al aeropuerto de Marrakech en el coche. Yo creo que el Youssef estaba hasta la polla de llevar todo el día dando vueltas por el país y tenía ganas de llegar a casa, así que metió la R de Rally y se hizo las 3 horas y 20 de camino en apenas 2.

Parecía que íbamos en avión: se pegaba sin miedo a todos los coches, adelantaba como un suicida en curvas peligrosísimas y usaba las largas para preguntar a los coches que venían de frente si había controles de policía más adelante.

Para más inri nos estábamos quedando sin gasolina (veíamos desde atrás que la aguja estaba sobre el 0) y aunque pasamos al lado de varias gasolineras el man no paraba. Finalmente, a literalmente 5 minutos del destino decidió parar y echar 2 dirhamillos (supusimos que la gasolina se la pagaba el jefe para el que trabajase). 

Llegamos vivos al aeropuerto de milagro y le dimos unas chocolatinas y los 4 ó 5 dirhams que teníamos por haber sido agradable todo el día.



Pasamos el control más churrero que puede haber en el que hasta colamos una botella de litro y medio de agua llena sin saberlo, y esperamos a que saliese el avión mientras grabábamos unos audios de lo que habíamos hecho el fin de semana. 

Y a las 11 menos 20 iniciamos la vuelta a casa.



Pasamos el vuelo sin incidencias y al llegar se lo hicimos saber al Youssef.



Corrimos hasta el coche y llegamos media hora después al Casar para dormir hasta el día siguiente.

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