De baños hediondos, espeleotemas policromáticos y monos cleptómanos

Me desperté sin motivo un poco antes de las 7 y, viendo que ya no me dormía, a las 8 y algo salí a correr por el paseo marítimo.


Salí y volví sin despertar a nadie como un auténtico ninja y, tras una ducha rápida mientras el resto se levantaba, fuimos a desayunar unas pulgas pitufos.

Y salimos dirección a los baños romanos de la Hedionda, que había descubierto Sergio en un Tiktok.

Cuando llegamos olimos el azufre del agua y descubrimos que hedionda no era un nombre azaroso. 

Tras dar una vuelta de reconocimiento por las lagunillas aledañas descubrimos los baños y nos metimos.


En los túneles apenas se puede sacar un palmo la cabeza por encima del agua


Nuestro siguiente destino era Gibraltar, pero antes paramos a comer en Las Brasas.

En la carta venía en peso de la comida, pero sospechamos que antes de pesaje no taraban el plato de cerámica maciza en el que te sirven las raciones.

Y seguimos otra hora de viaje hasta empezar a ver a lo lejos el peñón.

La cola para pasar la frontera fue dura y estuvimos casi una hora parados al sol antes de poder cambiar de país, aunque el trámite burocrático fueron 10 segundos para enseñar los 5 DNI que llevábamos.

Cuando llegamos dimos una vuelta por la ciudad.


El cementerio de Trafalgar

Y luego empezamos con las cuestas para subir a la reserva natural de los monetes. Broce cayó por el camino, pero los demás seguimos hasta arriba con tal de ver a nuestros primos primates.

Delante, un monete, y al fondo África

Y seguimos subiendo hasta llegar a la cueva de San Miguel.


Tras casi deshidratarnos por el camino, agradecimos enormemente el frío que hacía dentro. 

Las estalactitas y estalagmitas han formado casi estatuas, y usan luces para que sobresalga.




Hay hasta una sala con un anfiteatro dentro

Nuestra siguiente parada era el skywalk.

Aunque a los monos también parecía gustarles el sitio y, aunque no parecían agresivos, todos teníamos cuidado de no acercarnos demasiado a ellos. 


Al llegar al skywalk dejé un momento mi botella de agua para hacer unas fotos.

Y cuando me quise dar cuenta, una mano de primate la estaba agarrando con total tranquilidad para después abrirla a bocados y acabar con el poco líquido que le quedaba.

Intenté recuperarla, pero el sediento mono no me quitaba ojo.

Así que la dimos por perdida y empezamos el descenso, esta vez por unas angostas escaleras de piedra.

Queríamos haber ido al puente colgante de Windsor pero era tarde y estábamos cansados, así que salimos de la reserva y le fuimos contando al Broce nuestras aventuras simiescas mientras volvíamos al coche.

La arquitectura es muy colonial

Pero a pesar del calor y el cansancio la cola de coches no fue más rápida que para entrar.

De camino pedimos unas pizzas, que llegaron al piso poco después que nosotros. 

Estábamos totalmente reventados, así que tras cenar y seguir intentando descifrar las ininteligibles palabras del man de Alsuas nos rendimos y optamos por irnos a dormir.

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