De tartas hipercalóricas, narradores estentóreos y baterías desafinadas
Tras dormir la nada desdeñable cantidad de 13 horas sin ningún tipo de problema me levanté sin mucho tiempo para hacer nada aparte de poner a bajar el nuevo videojoço de Howgwarts.
A las 4 y poco quedamos en casa de Diegazo para tomar unos cafeses y confesarnos que tras sus últimos avances en repostería se dispone a acabar con el monopolio de las caries que tiene Molina en Almagro.
Mientras intentábamos bajar todo el azúcar llegó Elara y cualquier cosa de la que pudiéramos estar hablando paró de inmediato para centrarnos en ella.
En algún momento Jose le empezó a leer Harry Potter y se quedó embobada.
Pero no solo ella, yo también empecé a sentirme suavemente mecido por la aterciopelada voz de Jose.
El resto de la tarde transcurrió tranquila, a excepción de las primicias que se desvelaron en la habitación de Diego.
Cuando Ceci y Elara se iban llegaron David y Rocío, y tras hablar un rato de pianos fuimos a que Waka probara la nueva batería de Diego.
Pedimos unas milanesas y cenamos con la madre de Diego y Narciso y a las 12 nos fuimos a nuestras respectivas casas para dejarlos solos.
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