De cenas eméticas y días febriles
Aunque el despertador que sonó a las 8 parecía indicar que iba a ser un día normal, el nudo en la garganta que tenía auguraba algo diferente. Finalmente, cuando me vi entrando corriendo al baño para descomer la cena del día anterior empecé a sospechar que algo no iba bien.
María se fue a clase
abandonándome como un perro condenado a morir porque no
podía faltar y pasé el resto de la mañana alternando visitas al baño y
tiritones debajo de la manta eléctrica sintiéndome como el Kutxi en el último
disco de Marea.
Sabiéndome bajo de glucosa, sobre las 4 conseguí acopiar suficiente fuerza para bajar a por una bebida isotónica cuya marca no patrocina el blog y un par de horas después, cuando volvió María y ya sintiéndome mejor, fuimos a la farmacia a por unas recomendaciones sanitarias.
Pedí cita al médico por si mañana la cosa no iba a mejor, María tuvo a bien prepararme una cena ligera y vimos un par de capis más de La chica de nieve.
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