De campanarios sin cabras, paraguas regios y pueblos sin alumbrado

Aunque quedamos para salir a las 9 de Almagro, entre que me llenamos el depósito y que no me di cuenta de que me dejé la comida hasta que estábamos en la carretera hacia Valdepeñas y tuvimos que volver se nos fue media horilla.

3 horas después estábamos llegando a Hita.

Hasta que no vimos estatuas del Arcipreste no caímos en  que era el famoso autor del Libro del buen amor

Lo que entiendo que es el casco antiguo está custodiado por un portón de piedra.

Y una vez pasada la plaza hay una cuesta desde la que se ve el camino recién recorrido.

Aunque empezó a llover no muy fuerte pudimos dar un paseo por el pueblo sin problema gracias a nuestro paraguas-sombrilla y nuestas botas de montañero.

María haciendo una reverencia a su público en las ruinas de un teatro

Y seguimos dando una vuelta hasta llegar a la iglesia del pueblo.

Desde esa torre tiran las cabras

Al final, luchando contra la lluvia y el viento, salimos del pueblo por la parte de arriba.

Tras el viaje y el par de horas de paseo nos dieron más de las 2 y volvimos al coche para degustar una increíble empanada cobijados de la lluvia.

Una vez terminado de comer pusimos rumbo a Cogolludo y media horita después estábamos en la plaza.


Y aquí podemos ver a la guía turística de todo el mundo desvelándonos los secretos mejor guardados de la plaza.


Seguimos con la vuelta y tras no ver nada relevante llegamos a la iglesia en la colina más alta del pueblo.

Y un pelín más adelante hicimos parkour para subir a las ruinas del castillo del pueblo. 

La más regia

Con la iglesia de fondo

Bajamos de las ruinas como cabras montesas y pusimos rumbo a la plaza para tomar un café.


Aunque la camarera fue la primera trabajadora de Europa del Este que nos cruzamos, bastó para hacer saltar la alarma de María, que de aquí en adelante dió por hecho que todos eran prófugos de la justicia.

Un colacao calentito con un partido de fondo que ninguno vimos

Cuando terminamos con nuestros brebajes, volvimos al coche y pusimos rumbo a Alarilla, el último pueblo del día y en que íbamos a dormir.

Llegamos justo cuando estaba anocheciendo, aparcamos en la puerta de la casa rural y quedamos con el dueño para que nos diera las llaves. 

Nos enseñó el sitio en 10 segundos, nod contó que el único comercio del pueblo es un señor que pasa a las 3 vendiendo pan y se fue, y antes de bajar las cosas fuimos a dar una vuelta por el pueblo.


En calles como esta en el siglo de oro te asesinaban con una daga vizcaína para robarte tus coronas

La iglesia era tan fea que estuve tentado de ni hacerle foto.

Tras un paseo de 5 minutos no quedaba nada por ver y volvimos al piso.


Una vez colocado todo tuvimos un pequeño percance con el sofá que resultó no ser tan grave como pensamos en un principio.

Tras descansar un ratete hicimos en el horno una pizza que se trajo María para cenar y pusimos a hacerse otra para comer mañana mientras empezábamos a ver La princesa Mononoke en el salón.

O ese era el plan, porque 20 minutitos después alguien estaba dando mini cabezadas (y no tan minis) y optamos por terminar de verla otro día y meternos en la cama a ver tistós hasta dormirnos.

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