De meteorólogos pokemaníacos y tardes de ostracismo

Al final no quedamos con los amigos de Madrid, y en su lugar el Edu y yo nos quedamos en el piso jugando al Elden Ring, cada uno en su habitación, contándonos de vez en en cuando por dónde íbamos.

Así pasamos el día, sin contar con la hora que estuve jugando con Orueta y su novia al Unite por la tarde.








Es que el juego es una auténtica locura. No deja de dejarte con la boca abierta una y otra vez, y cuando crees que lo has visto todo te vuelve a volar la cabeza.

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