De bizcochos de leyenda, sorteos de tapas y taxistas nocturnas

En otro alarde de mis desayunos hiperglucémicos encontré lo que llevaba años buscando; el mejor bizcocho del mundo.

Por la tarde me pasé por Macondo hasta la hora de cierre, cuando llegó Edu, y jugamos una partida al Unite antes de irnos al Marqués.


Había merendado en casa y no tenía mucha hambre así que en un acto de magnanimidad cedí mi tapa a quien resolviera primero este wordle que acabó ganando Jaime porque Edu no terminaba de saber cómo jugar.

Al poco llegó María y estuvimos un rato más hasta que al final de la noche nos pasamos por Macondo para jugar un par (ó 3) de partidas más.




Cuando terminamos la chofer María acercó a la peñita a casa y Álvaro intentó hacer parkour para entrar a su casa sin pisar la calle.


Luego dimos una vuelta por Bolaños, aunque de camino un amable policía nos paró e hizo a María una prueba de alcoholemia que por supuesto superó sin problemas.

Al volver a Almagro nos quedamos un ratete hablando en el coche y aprendí a María la técnica milenaria de la mueca del bigote de padre (aunque en su caso sin bigote es un poco más difícil hacerla).

Aunque me dejó en la esquina de siempre luego dio la vuelta, me la volví a encontrar en el cruce con mi calle y Mangalamar y me llevó los 20 metros que me faltaban hasta la puerta de mi casa.

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