De desayunos copiosos, toboganes gigantes y vuelos de regreso a casa
Puri volvía directamente a Murcia y su vuelo salía a las 10 y Bea y Dani se levantaron con ella para dar una última vuelta y acompañarla a la estación de tren desde la que volvía al aeropuerto.
Personalmente ni me enteré, y creo que los demás tampoco; estábamos tan cansados que nada perturbó nuestro sueño hasta que empezaron a sonar los despertadores al unísono.
Aunque Bea y Dani ya habían vuelto se habían duchado antes, así que con 3 personas menos terminamos considerablemente antes que los días anteriores, hicimos las maletas y dejamos la habitación.
Era una cafetería/librería con estanterías llenas de libros por paredes. Claudia había reservado previsoramente así que aunque el sitio estaba lleno teníamos una mesa enorme guardada para nosotros, y mientras que unos nos quedamos con las cosas otros fueron a pedir.
Nos quedaban unos cuantos billetes en el mocho común y todos seguíamos con bastante hambre así que tiramos la casa por la ventana y pedimos brunch(es?) para todos y obviamente no terminó sobrando nada.
Cuando terminamos con todo fuimos a dejar las maletas a la residencia de Claudia para no ir con ellas a cuestas todo el día. Pasamos a su habitación a dejarlas y mientras se cambiaba fuimos a los baños subterráneos del otro día y pasamos al lado de una especie de sala común donde quedaban los estragos de una fiesta.
No tardamos mucho en irnos, y antes de salir nos hicimos una foto.
Desde ahí fuimos dando un paseo hasta el centro mientras buscábamos algún souvenir y los famosos corazones de papel de los que nos habló la guía aunque por más que buscamos y preguntamos no quedaban por ningún sitio.
Al final, no recuerdo si de casualidad o guiados desde la sombra por la mano de Claudia, llegamos al Centro de Arquitectura Danesa, o DAC a partir de ahora.
Lo primero que vimos después de dejar los abrigos en una sala con taquillas aparentemente mucha seguridad fueron unas sillas de diferentes tamaños que nos hicieron más gracia de la que tenía.
El centro estaba lleno de cosas así; también tenía una escalera con un escalón de cada color siguiendo una paleta cromática un poco rara.
También tenían un fotomatón desde el que te enviaban las fotos al correo que les dijeras y me hice una con mi hombre Alex.
En el piso de arriba había una especie de sala de reuniones con unas lámparas en forma de pájaros de papel en la que nos atrincheramos mientras descansábamos un ratete.
Salimos sobre las 4 y ya empezaba a ser de noche y de camino a la residencia de Claudia Alex y Pablo andaban con hambre así que paramos en un mercado a comprar un par de creps.
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Esa persona en el medio soy yo |
Fuimos a la resi hablando de series mientras veíamos el policromático alumbrado danés.
Una vez tuvimos las maletas fuimos a la parada de metro que había cerca de la residencia y compramos los billetes al aeropuerto con ayuda de Claudia, quien nos acompañó hasta el vagón y estuvimos despidiéndonos hasta que llegó el tren.
Estos metros tenían la parte de delante de cristal y era bastante entretenido ver los túneles mientras avanzábamos veloces por ellos.
Habíamos salido con bastante antelación, así que después de pasar el control y llegar a nuestra puerta de embarque acampamos justo delante e hicimos media hora mientras aprovechábamos parar repartir el poco dinero que había sobrado.
Por supuesto no habíamos pagado para elegir asiento pero tuve la suerte de que me tocara al lado de la salida de emergencia así que tuve sitio de sobra para estirar las piernas en las 3 horas largas de vuelo
Llegamos a Madrid sin problemas y cuando salimos del aeropuerto nos despedimos de Dani y Alex que volvían a Torrejón, y Adri, Bea, Pablo y yo cogimos un taxi hasta el Edificio Mirador, donde había empezado todo.
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