De tartas verdes y flamencos rosas

Después de dormir casi 11 horas conseguí levantarme. Aunque el cumple de Marta empezaba a la 1 y media, mi hermano volvía a Ocaña hasta potencialmente finales de agosto, así que me quedé un poco más en casa para comer con él. Cuando me fui a las 3 nos despedimos con un abrazo fraternal.


Fui a casa de Marta en coche y como nunca había pasado esperé fuera paciente hasta que salió a abrirme. Les pillé terminando de comer, y un poco después Molina fue a buscar la tarta con forma de M que le había regalado a Marta.


También nos hicimos todos juntos una foto.


Cuando todos teníamos un café con leche delante, Marta la cortó con un pulso férreo y certero.


Con lo buena que estaba no tardamos mucho en comérnosla, y luego fuimos a la piscina a monear un poco. Al principio solo con dos flotadores.


Pero Jaime, viendo que no cabía, se entretuvo en inflar un flamenco gigante y cuando terminó y se montó se lo abordamos rápidamente.


Luego nos pusimos a jugar al beer pong con edamame de fondo, y al poco llegó Natalia directamente desde Infantes.


El beer pong se alargó bastante, principalmente por nuestra mala puntería.


Después de estar un buen rato con un solo vaso en cada equipo, al final el Edu, que jugaba en el bando contrario, terminó metiendo la bola definitiva y nos tocó saltar a la piscina.


Cuando estaba seco, y tras la incensante insistencia de Natalia, la acerqué en coche a su piso a ver cómo estaba Arroz, al que había dejado al cargo de Álvaro durante todo el finde.

Después de hacer varias pirulas y callejear por un par de prohibidas para tardar menos llegamos a su casa, subió, vio que el conejete tenía las constantes vitales correctas y volvimos a casa de Marta tirando de marcha atrás por un par de calles.


Cuando llegamos habían preparado el Party, y repetimos los equipos (y los resultados) del beer pong.

Cuando terminamos Marta estuvo sacando varias movidas para cenar; croquetas, gyozas, chuches, ensalada... Cuando acabamos con tood estábamos todos llenos. 

Estuvimos un rato más de chill y al poco se fueron todos menos los compadres, que nos quedamos fieles a la cumpleañera, y llegó Fermín. Uno de los deseos de cumpleaños de Marta fue jugar a los lobos, así que sacamos las cartas y empezamos a jugar y me ofrecí de narrador.

Mantuvimos la ya vieja costumbre de que el narrador se pluriempleara como el quiropráctico personal del alcalde, pero en algún momento me di cuenta de que teniendo dos manos podía paralelizar las cosquillitas.

Jugamos varias partidas hasta las 12 y poco, que estimamos buena hora para irnos, y entre todos recogimos el patio en un momen.

Nos despedimos de Marta con sendos choques de puños, y Natalia volvió con Fer, que también había venido en coche, y yo tuve a bien acerca a todo el mundo a sus respectivas casas. 

Al final terminé llegando a la mía casi a la 1, revisé rápidamente la multimedia que habíamos generado ese día y me fui a dormir corriendo.

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