De surferos con pendientes

Pues resulta que otro de los otros 3 amigos de Diego que han venido es Pablo Moraga, compañero de la carrera.

Bajamos Irene, Rafa y yo a alquilar las tablas a las 11 menos poco, y después de pedir las tablas más grandes que tuvieran y ponernos los neoprenos cortos en el tatami del CSC me los encuentro hablando con el Tony en el mostrador. Saludé al viejo Rodri (y al nuevo Dani) con un apretón de manos, al Pablo con un efusivo abrazo.

Cuando llegamos a la playa calentamos un poco y nos metimos al mar, y fue una mañana de surf perfecta; no sé qué pasó pero las pillaba todas. Rafa y yo cogimos directamente la primera ola que intentamos a la vez, y con el resto que fueron llegando me puse de pie en la mitad. Nos pusimos los 3 a la misma altura, avisándonos de cuándo venían olas buensa al grito de "ojo ésta!", "subíos!", "rema, rema, rema!", "venga que la tienes!", y similares.

Al poco llegó Antoñete (con el dedo del pie todavía regular) con la tabla del Diego y se metió con nosotros. Se calentó y se metió más adentro, y le seguí, pero antes de romper no llegaban muy fuertes y al poco volvimos a la espumita. Mientras, Diego nos estuvo haciendo tremendas fotos con la reflex de su hermana.


Irene y Rafiki estaban cansados, así que a la hora y 10 o así nos salimos. Sara estaba en la orilla con Diego, y tras saludarla volvimos al CSC a lavar y dejar las tablas y el neopreno, y a Rafa se le cayó la tabla y se rompió una quilla.

Al volver a la playa jugué un poco a las palas con Antoñete pero hacía bastante viento, así que fui a ver a los ciudadrealeños, que ya estaban acabando, y les hice una foto.


Subimos al piso a ducharnos y cambiarnos, Antoñete llegó y como a Diego e Irene les quedaba todavía un poco fuimos al Mercado los 3 en bus. Al llegar nos encontramos de casualidad al Pablo, Rodri y Dani, hicimos piña para buscar mesas libres pero estaba todo petado, así que fuimos a un bar de fuera a hacer tiempo mientras hablaba con los 3 ciudadrealeños.

Nos sentamos en una mesa y llegaron Diego e Irene y al poco unas amigas de Motril de Sara, pero en vez de pedir Rafa y yo hicimos de avanzadilla, volvimos al mercado a buscar una mesa y encontramos una.

Eran las 3 y media y estábamos muertos de hambre, así que pedimos un par de empanadillas criollas y de platos de paella de secreto y champiñones y nos los comimos mientras llegaban el resto.


Estuvimos hablando y comiendo todos hasta las 5, que dijeron por megafonía que cerraban el mercado. Nos despedimos de los de Ciudad Real y fuimos a buscar por los bares del centro uno que echara el Atlético, que se jugaba la final y Rafa lo quería ver.

Lo encontramos y nos sentamos, y me pedí una Salitos rosa que sabía a flash de fresa mientras Antoñete y Rafa discutían qué apostar dependiendo de quién ganara la liga, y al final concluyeron que si ganaba el Atleti el jumillano se afeitaba la barba y si perdía el madrileño se la dejaba. Al poco nos fuimos Diego, Irene y yo al estudio La mala mujer a hacernos un pendiente cada uno. 

El tatuador gallego fue rápido e indoloro para Diego y para mi, que nos lo hicimos en el lóbulo, pero Irene se lo hizo en el cartílago y por la cara que ponía no tuvo que ser agradable. 


Al terminar no tenía datáfono, le pagamos por bizum (me pareció un detalle interesante), y volvimos al irlandés del centro (donde hacía dos semanas habían apuñalado a un chaval en el ojo) y nos encontramos a Rafa extasiado por haber ganado la liga. 

Diego e Irene se fueron a dar una vuelta y nosotros 3 nos quedamos más un rato y fuimos al Menoc Donald a cenar bueno y barato.


Luego llegaron Diego e Irene, y con todos cenados fuimos al Ikebana andando con la idea de quedarnos y, después de decirle a Antoñete que nunca me había bañado en el mar de noche, nos calentamos y prometimos que antes de acostarnos nos metíamos juntos en el mar. Al llegar al Ikebana lo vimos tan lleno que cambiamos de planes y volvimos dirección a casa. 

Acompañé a Antoñete a la suya a por el bañador y la toalla, subimos a la nuestra a por lo mismo y fuimos a la playa.


Salimos hipotérminos, nos secamos rápido y subimos al piso a ducharnos con agua calentita. Antoñete también se había traído un pijama para quedarse a dormir, pero ya en frío se lo pensó mejor y decidió irse a dormir en su cama, y nosotros hicimos lo mismo.

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