De monetes pescadores y perretes fotogénicos

Sabedor de que había hecho lasaña, el galgo de Antonio vino al piso después de terminar las prácticas del máster y les invité al Diego y a él a comer.

Por la tarde acompañamos al Diego a que le terminaran de quitar los puntos en el hospital mientras el Antonio y yo le esperábamos en el bar de un parque cercano mientras manteníamos el debate léxico acerca de si era más correcto decir recados o mandados (claramente la primera). 

Luego fuimos a correos a por el pasaporte de Antoñete por si al final puede irse a Costa Rica, con el que siempre lleva la foto de un mono pescando.


Después de eso fuimos a que se cortara el pelo, pero para sorpresa de nadie la peluquería estaba llena y le dieron cita para mañana, así que fuimos a a que recargara la tarjeta del bus.

El último recado de la tarde era ir a comprar una silla de playa, y cuando pasamos al bazar que había enfrente del estanco nos encontramos con el mejor salesman del mundo; un chino super carismático que se ganó nuestros corazones al instante. 

Una silla, una sartén y unos cubiertos después salimos del bazar que, casualmente, está al lado de casa del Jose, que acababa de volver de Valdepeñas con la perrita porque el otro perro que tiene allí no la recibió demasiado bien, así que subimos a verle.

Estuvimos un rato en el piso jugando con ella y luego bajamos a la playa, donde se unió el Rafa, y paseamos hasta que llegó Nani, que nos volvimos al piso.

         

De camino a casa pasamos en frente de McDonals, pero resistimos la tentación y cenamos sano (o al menos un poco más) en el piso.

Aunque mi plan era seguir leyendo, el Rafa se puso el primer capítulo de Master Chef en la tele y lo acabamos viendo hasta que nos dimos cuenta de que eran 3 horas, que aún quedaba 1 y media y que todos teníamos sueño

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