De emplazamientos romanos, chiringuitos playeros y barcas a pedales

Nos levantamos prontito, desayunamos obviamente galletas y bajamos al coche.

Aunque la batería era nueva, rezamos todo lo que sabíamos antes de darle a la llave del contacto. Para nuestro alivio el coche arrancó a la primera y salimos en dirección a Butrinto, un antiguo emplazamiento romano.

Llegamos de los primeros así que no tuvimos problemas para aparcar prácticamente al lado de la puerta.



Y pasamos la mañana en el parque. Jose, en su infinita magnificencia, tomó el papel de profesor y nos fue explicando todas las cosas que íbamos viendo a través de sus ojos de historiador.

Ir a un sitio así sin tener la suerte de que alguien que pueda explicártelo te acompañe implica reducir la experiencia a una décima parte; nada de lo que nosotros veíamos tenía un significado hasta que el Jose nos contaba lo que él iba viendo.


Donde nosotros veíamos ruinas él veía palacios.


Donde nosotros veíamos escombros, él veía imperios.


Y donde nosotros veíamos polvo, él veía sueños.





En teoría por aquí debería haber unos mosaicos guapísimos, pero no conseguimos descubrir si habían sido expoliados, trasladados o simplemente cubiertos de tierra para protegerlos de la intemperie.









Terminamos un poco antes de la 1 y fuimos a Ksamil a comer a un kchiringuito mirando al kmar.


Y cuando terminamos bajamos a alquilar una barca a pedales. Nos encontramos con un chavalín de no más de 12 años que se creía salesman mientras utilizaba todos los trucos del libro para intentar convencernos para que se la alquiláramos a él.

Debía ser el único de su familia, que no estaba lejos, que sabía inglés, y chapurreaba en inglés argumentos como "it was the fast, it was the fast" mientras señalaba insistentemente una barca que quizá fuera la más rápida hace 40 años pero que sin duda ya no lo era.

Habíamos bajado tarde y las barcas buenas ya estaban pilladas, así que nos conformamos con lo que nos ofrecía el chaval al precio de 40€ por 3 horas.

Llegamos a ella atravesando un muelle favelero que se mantenía a flote a base de ruedas y pusimos rumbo al horizonte.


Pedro no tardó en saltar para intentar quedarse a rebufo.


Primero llegamos a una islita donde aparcamos temporalmente la barca para nadar.


Y seguimos con nuestros intentos de saltar y atrapar la GoPro al vuelo hasta que al final lo conseguimos.



Y seguimos nadando hasta llegar a otra de las playas de la islita.


Al rato volvimos a la barca.


Y seguimos pedaleando hasta la siguiente isla.




Y nos quedamos otro rato haciendo saltos y buceando.



Hasta que se nos acabó el tiempo y volvimos a la playa a devolver la barca, aunque no sin barajar poner rumbo al océano y perdernos en el Adriático.


Cuando pisamos tierra firme, y antes de volver al coche, nos tomamos unas cerves para contrarrestar la insolación que habíamos rozado en la barca.


Volvimos al piso, nos duchamos y volvimos al centro de Sarandë para cenar en el Souvlaki by Mario, un sitio de pseudokebabs con una puntuación sorprendentemente alta en Google Maps.


Tampoco había sido un día tan intenso, pero el cansancio acumulado de casi 2 semanas empezaba a pasar factura así que nos fuimos directamente al piso a dormir.

Cuando llegamos a las escaleras infinitas para subir al hotel el Jose le pidió a Pedro que lo llevara a cuestas y, para sorpresa de ambos, accedió.


Y fuimos directos a dormir sin siquiera echar un Unite.

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