De hogueras anacrónicas y candados rotos

Sobre las 12 y media Jaime pasó por casa en coche, fuimos a por el otro librero y desde ahí al campo del primero. Estuvimos hablando y dando una vuelta con sus padres y Coco hasta que llegaron Joseda y Gema media hora después, y como hacía tan buen día preferimos quedarnos fuera.

Sus padres se fueron y nos quedamos hablando mientras empezábamos a preparar las brasas para cocinar.

Librero de día, lumbrero de noche

Jaime posando orgullos junto a las salschichas que él mismo ha cazado

Compramos más de lo que terminamos comiendo así que le dimos las sobras al perrete del campo de al lado, que las devoró en un segundo sin siquiera darnos las gracias.


Se nos había encomendado la tarea de quemar de paso algunas cosas viejas que había por el campo así que estuvimos turnándonos para ir moviendo y avivando el fuego.


Y con eso estuvimos mientras iba pasando la tarde.

Cuando se hizo de noche se volvió insostenible estar al aire libre así que recogimos y nos fuimos a casa.

O eso pensábamos, porque no podíamos abrir el candado de la puerta del campo. Después de estar un rato intentándolo Joseda se acabó saltando al otro lado para intentarlo con mejor maniobrabilidad pero el resultado fue el mismo.

Al final terminamos llamando a los padres de Jaime, que vinieron con otra copia de las llaves que sí abría, y ahora sí volvimos a casa.

Lo primero que hice fue echar la ropa a lavar y ducharme, y una vez fresquito me quedé en el salón viendo algunos vídeos del hardware de consolas antiguas hasta que me acosté a las 12.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De hamburguesas para llevar

De programmers y runners

De tanatorios y purpurina