De gatos en cajas de leche, luces policromáticas y accidentes de coches

El precio de acostarse tan tarde es quedarse sin mañana. Después de comer seguí un poco con el Valhalla (aunque el pobre portátil parece que intenta despegar) e hice un bizcocho de zanahoria con mascarpone para por la noche.

Entre que me duché y terminé de preparar todo este flow me dieron las 10, y fui al estudio del Santi.


Al poco de llegar también llegó Natalia, y nos quedamos un ratete jugando con el gatete de la ducha.


Estuvimos en la terraza de LEDs policromáticos cenando de chill. Como al final no nos hicimos una foto todos juntos (aún estando en un estudio de fotografía) cuelo una que me hizo el Jaime.


Y por supuesto, después de la cena vino en postre, tras el que el jurado se deshizo en halagos y lisonjas al chef repostero (no sé qué pasa pero cada vez hago las fotos peor).


Al poco llegaron los Santacruz y estuvimos jugando al 21 (contar hasta el 21 y añadir una regla nueva cada vez que lleguemos) y a la moneda (he nacido para jugar a ese juego) un par de horas hasta que oímos un acelerón en la calle y al par de segundos un golpe fortísimo en la calle. 

Nos asomamos y vimos que un coche había chocado contra otro aparcado, destrozándole la dirección. El otro coche se paró un poco más delante y, tras amagar con bajar a dar parte, se lo pensó mejor y se piró corriendo arrastrando los bajos contra el asfalto.


Aunque María sopesó llamar a la policía no llegó a hacer falta; todos los vecinos también lo habían oído y alguien llamó por nosotros. 

Al poco llegó Santi con unos amigos suyos, nos separamos el subgrupos y me quedé hablando con Bea de la vida hasta que alguien se dio cuenta de que eran las 5 de la mañana y decidimos unánimemente irnos a dormir. 

Acompañamos a Bea y Natalia hasta casa y nosotros nos separamos en el pradillo.

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